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28 de diciembre de 2013

ZCUELA CRRADA EN FANZINE ALTERNATIVA ( 1985)



ZCUELA CRRADA fue uno de los grupos más interesantes de la movida subterránea por su actitud en el desarrollo de un estilo musical ecléctico y la composición de historias que hablaban de la situación del individuo en una urbe en decadencia. Su posición crítica no se quedaba en la consigna sino que trascendía hacia una propuesta elaborada de grupo de rock sin perder su esencia rebelde.



Zcuela Crrada en la universidad Inca Garcilaso de la Vega
Diciembre de 1985






Entrevista a Edwin Núñez, fundador y cantante de Zcuela Crrada.
Fanzine Alternativa #3. Editado en julio de 1985.



ZCUELA CRRADA, prácticamente el único grupo que queda de la mancha que inició toda la movida subte hace unos años, llegó por fin a un acuerdo con la CBS para grabar un LP. Aunque en realidad la placa se venía trabajando desde hace varios meses, surgieron problemas que hicieron difícil su realización. Felizmente y luego de interminables idas y venidas, los obstáculos fueron vencidos y pronto –fines de año, según la disquera- estará en la calle el disco.
De Zcuela se ha sabido poco estos últimos tiempos, pues su participación en conciertos ha sido más bien esporádica.
Sin embargo, muchos recuerdan las performances en los innumerables eventos que participó junto con Leusemia, Narcosis, Guerrilla Urbana y otros grupos que hacían hardcore-punk. Razón por la que su sonido se diferenciaba claramente, ya que los “zcolares” siempre buscaron ritmos más elaborados y bailaderos.
El larga duración llevará por título “Al otro lado”, y una vez más, se solicita a ambos –grupo y disquera- que no la sigan haciendo larga.


Fuente: Zcuela Cerrada. En: VSD, suplemento del diario La República. 14 de agosto de 1987, p. 7.




14 de febrero de 2020

ROCK (LIMEÑO) EN EL SUBTERRÁNEO (1986)







Rock (limeño) en el subterráneo
 Gritos, susurros, eructos y lisuras 

de una generación nihilista

Odian a Beethoven (Beethoven los odiaría también). Tratan al idioma como a mula caprichosa (y el idioma les niega, recíprocamente, sus mejores gracias). Sueñan con muladares propios y gozan infinitamente cada vez que un cuarentón se sonroja (cadavérico en sus modales) con sus letras de burdel punk. Son los rockeros duros, la vanguardia de avanzada, la ultra del extremismo, los que escupen al público, los que tocan de espaldas, los que no creen en nadie sino en el alarido y la antiarmonía. De este mundo sale “Zcuela Crrada”. Y ese es el mundo que esta nota abre para nuestros lectores.


En cualquier concierto donde están, siempre pasa lo mismo: una hilera de jovencitos a los cuales aún no les ha brotado el bozo, metidos dentro de casacas negras, con blue jeans que hace mucho tiempo podían haber pasado al cesto de la basura, en zapatillas, se apretujan ante la puerta de ingreso del local y van saliendo expurgados con prolijidad por otros mozalbetes que guardan en el bolsillo trasero fierros o cadenas.
La búsqueda tiene un solo fin: evitar que a los conciertos de rock subterráneo ingresen “chatas” de ron, latas de cerveza u otros estimulantes líquidos. Algunas veces, mar de cuidadosos, abren billeteras e introducen los dedos por las rendijas; esta vez la pesquisa indaga por un “tronchito” o un “paco” de cualquier droga. Nunca se sabe.
Pero adentro la cosa siempre se desata. Por encima de las cabezas de estos púberes – algunos con los pelos parados a fuerza de gomina o cortados como si hubieran asistido a una ceremonia de “cachimbos” – se distinguen huecos. En cuclillas, los más sagaces, fuman los tronchitos que no vio la requisa. Y como también siempre hay cómo ingresar una latita de cerveza, pues se destapa. Es la ceremonia previa que antecede a la presentación de los grupos nacionales de rock subterráneo.
Están allí, entre chillidos, lisuras, imprecaciones y mentadas de madre – así son la mayoría de las letras por supuesto – desde el año 84, y siguen proliferando. Generalmente, equipos de amplificación de muy mala calidad aumentan las distorsiones. La comunicación con el público adolescente es totalmente sui géneris: se insultan, se escupen, se arrojan y devuelven envases de trago y demás. Cada cierto tiempo pareciera que se arma una gigantesca trifulca, pero no: es un bailecito con visos apaches que está de moda: el “pogo”, cuya cualidad consiste en meterse encontrones y empujarse, con patadas de yapa.
Aunque estos muchachos con sus bríos no matan en realidad ni una mosca –no se ha sabido de heridos graves en ningún concierto– la verdad es que la cosa medio que asusta. Y crece.




CERRANDO LA ESCUELA
“Las lisuras que decimos no son más que las que puede decir Luis Alberto Sánchez en una conversación privada”,  exclama Edwin Núñez, vocalista y líder del grupo Zcuela Crrada, uno de los conjuntos más complejos de esta mixtura entre el hardcore, versión radical del punk europeo, y el free jazz. “No sé cuál es la nota allí –se enfada, aludiendo a los artículos furibundos que sus presentaciones causan en los medios de comunicación. Hay otras cosas: modo de pensar diferente, heterogéneo, porque el rock subterráneo no solamente  es lo musical. Es un despertar artístico”.
Este despertar consiste en un rock muy ligero, casi elemental, agresivo y con letras cargadas de protesta y coprolalia. Críticos subterráneos dicen que Zcuela Crrada es el grupo más logrado del movimiento, muertos los fundadores Leusemia y Narcosis.
Las lisuras que defiende Edwin, letrista, vocalista y líder del grupo, son llanas y sin ambages, como en su tema “Loco burdel”: “Ansias de loco burdel/ ¿Qué se desata?/ Manos que tiemblan su sed y su amenaza/ Tratos que cierran la red/ Y abren el miasma/ Mierda que asoma su hez…/ …/ Mierda de loco burdel”.
Ninguno de los cinco integrantes de Zcuela Crrada ha estudiado música, ni oído con atención a los clásicos. Quizá el menos desairado resulta Mussorgsky, porque los rockeros Emerson, Lake and Palmer hicieron un álbum sobre “cuadros para una exposición” (Pictures at an Exhibition).
Edwin tiene 24 años. Los demás – Arturo Alfaro (saxo), Adolfo Alfaro (bajo), Mauricio Fonseca (batería), y Martín Medina (guitarra) – frisan entre los 20 y los 22 años. Limeños y chalacos del barrio de Bellavista, los de Zcuella Crrada, a pesar de la dureza de su música, dan la impresión más bien de ser estudiantes formales, alejados de la estridente indumentaria de sus seguidores. Edwin apenas tiene una coleta que le cuelga de la nuca.
Ensayan dos veces por semana. Lo hacen en una habitación apretada en una azotea, donde duerme – es la casa paterna – Mauricio. Una cama, afiches rockeros en las paredes, David Bowie con su mirada andrógina en uno de ellos, una pila de confusa de casetes, discos, y la batería, son todo el ornamento. “No, mis padres no me dicen nada –señala Mauricio cuando queremos saber si a ellos les molesta el ruidazo. No se meten en mi vida”. Y esto es increíble. Los contestatarios músicos, a juzgar por lo que nos dijeron, son todos hijos formales y amantísimos de sus padres.
“No siento ni rebeldía ni marginalidad – acota Martín-. Me gusta la música, por eso estoy en Zcuela. Lo que me desagrada es el heavy metal, lo oscuro, las misas negras. Y no creo que haya rebeldía contra mis padres. Yo no me meto con ellos ni ellos conmigo. Mi vida es normal”. Mauricio, en un extremo, montado sobre el  asiento de la batería., sigue con sospechas el diálogo, hasta que nos aborda.
“No necesito mostrar rebeldía ante el público –ataca. Tendré muchas cosas contra las cuales rebelarme, pero no con el rock”. Mauricio pertenece a la vieja hornada subterránea, la primera promoción de Edwin, Leo Scoria y Daniel F.
En todos los conciertos se arman tremendas trifulcas. “Los chongos –dice Adolfo– son producto del público que quiere violencia, y que por último no entiende la música ni las letras. Esos chiquillos son los que quieren justificar su malcriadez con el rock. Pero uno les para los machos y se aquietan”.
Edwin es el más tajante en cuanto a todo. Por algo es el líder. “Tengo un descreimiento total de la política, de todos los partidos incluyendo a Sendero Luminoso. Por los hechos mismos: no hay soluciones. Yo estoy al margen, pero en la marginalidad hay matices”. Él sí piensa que el rock debe incluir entre sus blancos a la familia (“que te impone todo”) y dice que la violencia “todo el mundo la lleva dentro, la gente es neurótica”.
Y grita contra los héroes dorados del viejo rock. “Los Beatles me gustaban –señala Edwin pero de chibolo. Ahora me parecen una total estupidez. Es el vivo ejemplo de lo normal, de las concesiones”. Pobre John Lennon. Edwin prefiere a los Rolling Stones.
En cólera total contra todo, estos subterráneos reniegan hasta de su padre: el punk. “La gente lo que busca es desfogar –dice Arturo. Yo no creo que acá exista el punk, deberían buscar otro nombre. Yo paro igual, tocando o sin tocar. Antes tomaba trago para salir a actuar, pero ahora no, hasta me cuido”. Montamos rápidamente en sospecha ante tanto candor.
“Que haya un troncho por allí o que hayamos probado, no es el problema” aceptan. “Lo subterráneo es hasta algo jocoso –dice Martín: el pogo, la agresividad. Yo miro a los patitas y toco nomás”. “Yo hago lo que me gusta –prosigue, si le gusta a la gente, bien y si no, no. No me interesa”.
Salta nuevamente Mauricio, mirándonos fijamente desde sus lentes tipo John Lennon: “Yo no puedo comprender que un grupo rockero cambie algo en este país, ni por qué nos estás haciendo esta entrevista, que nos parece puro sensacionalismo, ganarse con algo que no tiene importancia”.




EL MUNDO DE MARÍA T-TA
Según todas las lenguas – malas y buenas -, fue la revista “Ave Rock” la que bautizó a esta variante de música como “subterránea”, con el fin más bien superficial de promover un concierto en “La Caverna” de Miraflores el año 84.
Desde entonces se sucedieron toda una serie de grupos, unos más agresivos que otros, que se han ido recomponiendo, desaparecido o prestándose sus músicos.
En el 84 aparecieron dos grupos. Narcosis (con Wicho, Cachorro y Pelo Parado) y Autopsia, ya desaparecidos. En el 85 siguieron Zcuela Crrada (con Edwin, Luis, Alma Negra y Jaime Zero) y Guerrilla Urbana (con Pedro K y Leo Scoria como líderes), de los dos solo sobrevive Zcuela Crrada.
A continuación, la larga mancha de los subterráneos. Los grupos que han fenecido llevan una crucecita al lado. Juventud La Kaigua S.A. (de Miraflores ), Radicales (de La Victoria), Sociedad de Mierda, Excomulgados (de La Victoria), Flema (de Bellavista), Pánico (de Miraflores ), Yndeseables (que no han hecho ninguna presentación pública; solo grabaron un casete).
Autopsia (de Miraflores ), Conflicto Social (), Descontrol (de Miraflores), G-3 (de Miraflores), Erupto Maldonado, Frente Negro (), Delirios Krónikos (de Jesús María ), Eutanasia (de La Victoria), Exodo (de la Unidad Vecinal No. 3), Trauma, Templo y Diagnóstico Reservado (los tres de Chosica), Vox Propia (de Jesús María), Feudales (de Miraflores).
Psicosis (de Lince), Kaoz (de Jesús María), Delirium Tremens, Empujón Brutal (acaudillados por María Teta, Reina Milly e Iván (ex Flema), Salón Dadá (de Bellavista) y Luxuria.

Fuente: Sánchez, Enrique. Rock (limeño) en el subterráneo. En: La República (19 de octubre de 1986), pp. 54-55.

24 de enero de 2020

MUSICALMENTE PUNK (La República, 1987)






El diario La República publicó en su suplemento “Estilo” un extenso reportaje dedicado a la música punk. El informe fue escrito por Pedro Cornejo en colaboración con el equipo de la revista Imagen Pública. Una de las secciones trató sobre la influencia de esta música en los rockeros nacionales, con opiniones de los cantantes de las bandas subterráneas Éxodo, Zcuela Crrada y Leusemia.

Este reportaje será publicado pronto en su totalidad.




Archivo hemerográfico de ANTENA HORRÍSONA



Musicalmente PUNK


Punks o no, lo cierto es que de un modo era ese el sino de la movida subterránea; al menos espiritualmente. Luego vendrían quienes dirían que “nada que ver” o que se trataba de simples poseros. La onda colectiva parece haberse perdido un tanto entre las sucias calles limeñas, pero por suerte van quedando quienes se interesan por hacer rock en este país. Y no precisamente para cantar edificantes melodías contra la droga o tontas y huecas canciones de amor. Zcuela Crrada está grabando un disco, “Del otro lado”, que aparecerá pronto bajo el sello CBS. Éxodo tiene una maqueta (casete grabado con recursos propios) de doce canciones que se vende en el mercado subterráneo de rock: La Colmena, a la altura de la Villarreal. Leusemia sacó un LP pésimamente producido por El Virrey; pero Daniel F., solitario e imprevisible como siempre, a veces dice que va a sacar también su maqueta, si no fuera porque sus productores se están haciendo los locos.



UNA MANERA DE SENTIR
EDWIN Z, compositor y cantante de ZCUELA CRRADA.

La onda PUNK se vive en todo lo que acontece, es una manera de ver y sentir las cosas. Y dentro del plano musical, por ejemplo, se acaba con todos los mitos como aquello de hacer una música bonita y romper la distancia que hay entre el artista y el público.
Por eso, el PUNK marca la ruptura con el estilo de música que imperaba en los años ’70, época en la que era imprescindible que un grupo de rock tenga todos los recursos sofisticados para hacer música. En cambio, con el PUNK los que quieren tener su grupo se juntan, hacen sus instrumentos, se ponen a tocar y a cantar y llegan a un escenario.
¿Pero más allá del ámbito musical qué significa el PUNK para ti?
Al final de cuentas es una actitud irreverente y escéptica frente a todo, justamente –y aunque suene contradictorio- para revalorizar la vida, para ubicarse y asumir uno lo que quiere ser. En este sentido, se revaloriza también la importancia de la onda comunicativa y se toma la violencia como un arma para llamar la atención a la gente que vive indiferente y completamente absorbida por el sistema.
¿Eres punk?
No, porque yo solo he retomado la onda musical, pero no la forma de vida.
¿Por qué?
Yo no me considero marginal. Marginal es la chicha, eso es lo que más se acerca a la onda PUNK por la composición social de la gente y por la violencia potencial que tiene. 

En nuestro caso, nosotros solo hemos retomado lo musical porque nuestra sociedad es diferente a la inglesa. Los punks aparecieron allá, pero acá es otra realidad. Yo lo he asumido en cierto momento como una onda de inconformismo, porque uno quiere hacer algo y no tiene a la mano los medios.

¿Por esa circunstancia no te consideras marginal?
No. Porque yo quise tener un buen grupo, hacer música y sacarles la michi a todos los Chachis Luján hasta borrarlos del mapa.



CORRIENTE QUE NOS DIO EL EMPUJE
CÉSAR N, vocalista de ÉXODO.
El punk fue una corriente importante que dio el empuje a varios patas para hacer grupos musicales. Se reprimían. “No  tengo instrumentos…” y así dejaban pasar la oportunidad, la idea. Pero a la vez también se fueron preguntando, “Si lo hacen en Inglaterra o Argentina, ¿por qué nosotros no?” Eso fue todo, pero de ahí a ser PUNK, nada que ver. Eso no significa ser PUNK.
¿Entonces?
Ser PUNK es asumir toda una forma de vida, pero nosotros no somos obreros ingleses ni nada. Somos patas de barrio, lo que pasa es que empezamos a hacer música que se parecía a la de los punks y se corrió la voz de que eso era ser punk.



RUPTURA CON TODO
DANIEL F, fundador y cantante del extinto grupo LEUSEMIA.
El punk fue una ruptura con todo lo establecido, en el plano social, musical, etc. Fue un sentimiento profundo de independencia, una cosa diferente. En el aspecto musical trató de desterrar toda esa idea y esa imposición de que para hacer un grupo musical necesariamente se tiene que usar instrumentos y otros recursos que son sofisticados y costosos. Todo eso cayó por los suelos gracias al movimiento PUNK donde lo importante es hacer música sencilla con lo que se tiene a la mano y sin saber nada. La utopía: que cada uno haga lo que quiere y se comunique con los demás.
No sé si hubo PUNK o no acá. Lo que sucede es que yo quería escuchar un tipo de música y como no existía la hice y ya. En este sentido el PUNK más que nada para nosotros ha sido un sentimiento, por eso nunca nos hemos enarbolado como punks.
Prefiero que me califiquen de subterráneo a PUNK, porque no soy tal, lo que sucedió es que me gustaba hacer música, componer letra no. Y como tanto me gustaba, hice mi grupo para vacilarnos, ahora ya me hartó todo eso y solo lo hago para mí.


Fuente: Punk. El estallido que estremeció el rock. En: Suplemento Estilo del diario La República (22 de febrero de 1987), p. 7.


24 de enero de 2016

Crónica: Rock en el río Rímac (17/02/85)




Rock en el río Rímac
Como caballos salvajes sobre el asfalto



Por Óscar Malca

Por varias razones la noche del 17 de febrero de este año será difícil de olvidar. En esa fecha se realizó “Rock en río Rímac”, el concierto más insospechadamente espectacular que se recuerde en nuestra capital y en el que miles de jóvenes se vieron involucrados en un happening callejero desencadenado por esa tumultuosas efervescencia social que comporta el rock. Finalmente perseguidos por la policía, los rocanroleros subterráneos demostraron ser protagonistas y portavoces esenciales, ya no solo de la revitalización del rock peruano, sino del explosivo malestar que fagocita a la juventud limeña.

La siguiente debió ser solo la crónica de la primera reunión en el proceso organizativo de la contracultura rockera, pero terminó convirtiéndose en el testimonio de cómo un phatos musical afiebrado y soliviantador fue capaz –para bien o para mal y aparte de los excesos de generar la más intensa participación de quienes antes eran laxos e indiferentes espectadores, en el sentido más abastecido de la palabra.

Eran ya pasadas las seis de la tarde cuando Vicente Hidalgo abordó el destartalado microbús que lo llevaría al Rímac. Y esta vez el peligro radicaba en la vieja amenaza de todos los febreros que recordaba: los carnavales limeños, el tradicional y crecientemente violento juego con agua. En cualquier instante y desde la más pacífica ventana podría aparecer, como un latigazo, un chorro de frío líquido empapando las mejores ropas. Y los domingos la cosa era peor aún; así que procuró no pestañear durante el viaje: “Rock en río Rímac” es un evento al que tengo que llegar seco y a pie seguro, se dijo.
Tras una hora de cansino viaje, se apeó en la avenida Tarapacá y caminó en busca del tabladillo que iba a ser levantado en la esquina con la calle Guardia Republicana.
A unas pocas cuadras se encontró con Edwin, cantante y compositor de Zcuela Crrada. Se dieron las manos y le preguntó por el resto de la gente.
“Están allá –señalando hacia lo que parecía un escenario yo me vine a comprar unos cigarros… vamos yendo, pero eso todavía tiene para rato compadre”.
Cuando arribaron al entarimado la decisión había sido ya tomada: la cantina quedaba un par de cuadras más abajo.



LOS ROCANROLEROS: EL FUTURO SÍ EXISTE
En la mesa estaban los de LeusemiaGuerrilla Urbana, así como los de Zcuela Crrada y algunos miembros de NarcosisAutopsia Anti-tucos. Daniel F, de Leusemia, conversaba con uno de los Anti-tucos sobre el último concierto en la universidad Ricardo Palma. Por la asistencia de público, puede hablarse de un éxito, pero también existió un velado boicot a los leusémicos: no les quisieron prestar instrumentos y cuando, tras intensas gestiones, consiguieron tocar, tuvieron que hacerlo con un músico menos. “Hay que juntar plata y comprar instrumentos”, dice Daniel. “Pero cómo cuñao, son demasiado caros”, repone Leo Scoria, músico de su mismo grupo, sin ocultar cierto desconsuelo en la voz. Y no era para menos, pues fue Leo quien más sufrió cuando supo esa noche que no había guitarras para ellos. Tuvo que insistir mucho y hasta forcejear para que cedieran los rubicundos propietarios de las herramientas que precisaban. “Pitucos de mierda, solo piensan en ustedes y en sacarle lustre a su guitarrita. Porque tienen plata se aprovechan”, les había increpado. La situación fue dramática pues casi hubo que llegar en una oportunidad al intercambio de golpes.
El viejo sueño del circuito alternativo, de un mercado subterráneo, paralelo al consumista burgués –para decirlo en el lenguaje de los economistas. Ese era un tema que Vicente ya había escuchado en otras reuniones con los rocanroleros.
Desde hace algún tiempo les perseguía la idea de organizarse para no terminar como sus pares de anteriores generaciones, que parecieron hamletear frente a la disyuntiva  de inmolarse bajo las bellas banderas de la radicalidad y el heroísmo, o tirar la esponja en la lucha contra el establishment e instalarse muellemente en él.
No todo era pues improvisación en ellos. Les desvelaba también el futuro, el después de los conciertos. Nadie se quería contaminar con las modas de la pituquería miraflorina ni con los prestigios, supuestamente  “rebeldes”, del consumismo cultural barranquino. Incluso se comenzaba a cuestionar y replantear ciertos clichés harto quemados y manoseados por escépticos oportunistas y toda ralea de poseros.



LOS CABALLOS SALVAJES COMIENZAN A DANZAR
Unos dos mil espectadores, entre curiosos y fanáticos, aguardaban con impaciencia el inicio del concierto. Los organizadores, el concejo distrital  del Rímac –de Izquierda Unida- había estado toda la semana por las calles bajopontinas y zonas aledañas propagandizando la versión criolla del entonces reciente Rock in Rio.
Las cabezas de todos los grupos participantes se reúnen con los organizadores y se elabora el rol rápidamente. A Zcuela Crrada le tocó abrir e inaugurar la noche. Edwin juntó a su mancha y marcharon camino al tabladillo. La collera de rocanroleros le deseó suerte a la vez que aplaudía y bromeaba con ellos. De pronto, tres globos de agua cayeron por los alrededores. Se produjo un leve tumulto y no pocas imprecaciones por parte de las víctimas. Los proyectiles vinieron desde las últimas filas… y lo único que permitía ver una inmediata ojeada hacia atrás eran varias hileras de rostros sonrientes y de desafiante complicidad.
Vicente y sus amigos se juntaron y mientras aplaudían a Zcuela Crrada, se advirtieron mutuamente de tener cuidado con el agua y los provocadores. Los músicos sobre el entarimado comenzaron con las cuerdas. Edwin cantaba “Loco burdel” y ya brotaban los primeros aullidos de la multitud. El ruido atronador de los parlantes extendía su fuerza y convocatoria, las ventanas de los edificios de la Unidad Vecinal rimense se abrieron y cerraron con la misma celeridad, y abajo entre el público se iniciaba esa simiesca danza punkera que en otros lados llaman pogo o slam, saltos rítmicos que buscan colisionar con los cuerpos vecinos, empujones y manos en alto. El grupo con su sonido sucio y extraño conducido por la enérgica línea rítmica que imponía el vocalista, interpretó tres temas propios que –en términos de impacto- fueron bien recibidos por un público poco habituado a sonidos que nada tenían que ver con lo que la radio difundía.
Con la música, el crecimiento de la euforia y la consiguiente empujadera fue ostensible. Y por supuesto atrajo también a más público que ya salía de sus casas abandonando en la TV un partido de fútbol que expiraba.
Bueno, si algo era evidente es que alguien estaba declarando una guerra. Empero, la música prosiguió.
Raúl pasó la voz y toda la collera avanzó a un costado del tabladillo. Allí aguardaban Edwin y Daniel, ambos señalaron a un par de policías que preguntaban al presentador por la relación de los grupos participantes. El nombre de Guerrilla Urbana parecía preocuparles en especial. Los rocanroleros subterráneos se repartieron la consigna de que si intentaban encanar a alguno de ellos, todos tenían que defender.
Bajó Temporal y subió Tubo de Escape, también rimense. Dos temas de su peculio y otro de la radio. El público seguía llegando y la muchedumbre aumentaba sus gritos conforme crecía. Siendo las diez y pico de la noche en la pista de la avenida ya se reunían más de cinco mil gentes ávidas de rock n’ roll. Una tumultuosa y electrizada marea humana se bambolea al compás de las notas musicales de los conjuntos y las palomilladas de adolescentes que recorrían diversos sectores de la muchedumbre provocando y haciendo chacota.
Ahora el turno le correspondía a Guerrilla Urbana, que la integraban además del mencionado José Eduardo, Ñaja-Ñaja Sícora, el filósofo Pedro K. profesor  universitario (pero) autor de sesudos e importantes artículos sobre los principales protagonistas del rock contemporáneo y dos miembros de Leusemia: el inquieto Guillermo Kimba y Leo Scoria. Esa noche era el debut.



LOS CABALLOS SALVAJES SE DESBOCAN
Empezó Guerrilla con los acordes de una guitarra ultrarrápida y un cantante –gritante más bien con voz de guarapero enfurecido. Interpretaron “Vivo en una ciudad muerta”, “Quiero anarquía” y “Eres una pose” (Solo dices mentiras/ eres la falsedad/ eres una mierda/ eres solo una pose…). El antirritmo del hardcore y las letras filosamente agresivas provocaron que la gente reaccionase en forma inmediata: Saltos, empujones, gritos, manos en alto, globos de agua. Pronto las hembritas se adelantaron y buscaron mejores ubicaciones para participar del chongo desde un sitio más seguro. Codazos, insultos, una banda de malacos llegó desde atrás metiendo patadas y escupiendo a su paso. “Son los que tiraban agua”, reconoció alguien. Eran como ocho o diez que buscaban provocar a los más entusiasmados con la empujadera. Sin embargo pronto fueron repelidos con rudeza por los rocanroleros y otros espectadores pacíficos que no deseaban que un juego tosco, pero juego al fin, degenerase en agresiones a mansalva. Tuvieron que retirarse entre silbidos profiriendo amenazas e insultos. La agitación, en cambio, no decreció: los músicos siguieron haciendo lo suyo.
Luego de Guerrilla subió Fuga e inmediatamente después, lo hizo Flagelo. Dos grupos que sin llegar a convencer del todo, se esmeraron en satisfacer la expectativa, que minuto a minuto se convertirían en llana demanda de fuerza sonora, música veloz y contundente y letras agitativas para poder identificarse y gritar.
La vergüenza la constituyó Opus Rock que interpretó solo temas de la radio, manera de complacer con un mínimo de talento o esfuerzo creativo.
Los malandrines de la última fila continuaron sus líquidos ataques, a los que más de uno contestó lanzando cualquier proyectil al alcance de la mano. La banda de los rocanroleros fustigó a los de Opus Rock hasta que concluyeron su número; pero, por encontrarse adelante, también fue víctima de algún chapuzón: a Susi que acompañaba a los músicos de Guerrilla, le cayó una bolsa pestilente en la cabeza, y Edwin Zcuela casi fue orinado por un ebrio revoltoso.
En medio de toda esa tensión que ascendía, el presentador anunció a Leusemia.
Vicente escuchó la estruendosa algazara que le dio la bienvenida y se preguntó si el grupo que integraban Daniel F, Leo Scoria, Raúl Montañez y Guillermo Kimba no era ya una leyenda en el rock limeño de los ochenta. Daniel agarró el micrófono y alertó a la gente de quiénes estaban usando el nombre de Leusemia para atraer público a los conciertos, pero que al final o les impedían tocar o se “olvidaban” de pasarles la voz. Y algo para los copiones: “Todavía hay piojos que siguen cantando en inglés…” (Entretanto, los malacos de atrás habían vuelto con refuerzos a las primeras filas con el afán de tomarse la revancha de su anterior puesta en fuga. La gente estaba alerta).
Así que ustedes son el público del Rímac –prosiguió Daniel, los más exigentes… cuando es gratis. Ahora pues quiero verlos… ¡patearse la cara!”. 
E inmediatamente largaron un veloz rock n’ roll: Aj rock (N. del transcr.: bautizado después como Rata sucia).  
Tocaban con frenesí, y abajo comenzó la danza salvaje, la empujadera y los primeros intercambios de golpes. 
Cayó más agua y ya se trenzaban a golpes los primeros contendientes. Tacles, puñetes y botellazos. Una mano impactó con fuerza en el rostro de Pedro K., José Eduardo rodaba por el suelo en un intercambio de chalacas con otro grandazo, uno de los malacos se retiraba cogiéndose el ojo.
Leusemia terminó el turno y sus miembros bajaron rápidamente por si la mancha necesitaba ayuda. Felizmente ya la cosa había menguado. De todos modos, no se separaron pues por ahí seguían las provocaciones de algunos picapleitos ebrios y de rato en rato venían “olas” que empujaban a la gente de atrás para adelante.
Sobre la tarima estaba ahora el grupo Delpueblo que equivocadamente interpretó parodias de Miguel Ríos y los Beatles. Error, ya que el clima exigía otro tipo de temas que a ellos indudablemente no le faltaban, y no chacota para intelectuales. Concluyeron su número sin pena ni gloria.
Mientras tanto, Leo se trenzó con uno y luego con otro que lo estaban provocando. Intervino también Daniel, quien tuvo que retirarse con una profunda herida en la ceja. Narcosis comenzó a tocar “Sucio policía”.
Y a la mitad de la canción, el audio se corta y se oyen balazos en el aire. Los policías recién despertaban y habían decidido defender su honor. En el escenario forcejean con los músicos para arrestarlos, pero intervienen los organizadores y Wicho, Fercho, Pelo Parado –NARCOSIS– logran huir. Kilowatt sube y mientras se inicia una desbandada general agarra el micrófono y vitupera el abuso policial. Todos corren en diferentes direcciones y ya casi no hay nadie cuando llega el jeep de la comisaría. Todos han escapado. Kilowatt se esfuma y la policía, al ver su fracaso, se llevó en represalia a uno de los organizadores.


FUENTE: Malca, Óscar. Rock en río Rímac: Como caballos salvajes sobre el asfalto. En: VSD, suplemento de La República. 26 de abril de 1985, pp. 4-5.

17 de septiembre de 2016

¡ROCK Y DINAMITA! (La República, noviembre de 1985)


Este reportaje aparece en un momento donde el rock subterráneo llamaba la atención de propios y extraños. Las imágenes corresponden al concierto en la Concha Acústica del Campo de Marte, el 2 de noviembre de 1985, con la participación de grupos como Leusemia, Guerrilla Urbana, Sociedad de Mierda y Eructo Maldonado.



Archivo hemerográfico de 
Antena Horrísona

¡Rock y dinamita!:
Apogeo de achorados…

En las últimas semanas el rock subterráneo limeño se ha convertido en la “comidilla” de todos los capitalinos (jóvenes y no tan). El motivo: dos conciertos relativamente multitudinarios que se han llevado a cabo. Uno, el 18 de octubre en el parque Salazar de Miraflores y otro, el sábado pasado (2 de noviembre) en la Concha Acústica del Campo de Marte.

“Erupto Maldonado”, “Pánico”, “Banda Martillo”, “Autopsia”, “Sociedad de Mierda”, “Excomulgados”, “Flema”, “Radicales”, “Guerrilla Urbana”, “Zcuela Crrada” y “Leusemia” son algunos de los nombres -y nombrecitos- de los grupos que tocaron en estos conciertos que “removieron” (igual que el temblorcito del lunes pasado) los cimientos de nuestra, de vez en cuando, silenciada música moderna nacional.

Esta vez, contra lo acostumbrado, casi todos los medios dedicaron grandes espacios para la difusión de estas presentaciones y sus consecuentes “resultados”. Hasta canal 9 realizó un informe sumamente amplio de todo lo ocurrido.

Pero a pesar de que no se sienten muy contentos por los comentarios cada vez más escandalizados de los medios de prensa, ellos reconocen que todo es una respuesta lógica a la provocación. “Estamos hartos de que las radios y los diarios digan pavadas de nosotros, si bien que comenten y hablen es lógico, pero no digan cojudeces”. Al parecer el viejo dicho “Que hablen, mal o bien, pero que hablen”, aquí no tiene validez.

Este movimiento “subterráneo”, “punk”, o “urbano”, o como quieran llamarlo, se originó muy clandestinamente a mediados del 83 cuando grupos como “Leusemia” y “Narcosis” irrumpieron en un círculo originalmente cerrado y pequeño y empezaron a componer sus propias letras y tiempo después trataron de hacer llegar sus propuestas.

Si bien esto varía demasiado de un grupo a otro, siempre se pueden encontrar puntos afines.

No nos une una ideal general, nos une lo que no queremos ser. Por ejemplo, no queremos que nos traten como un producto de consumo”. “Sería bueno que alguna vez el público suba a cantar y nosotros bajemos a escucharlos”. “No somos el futuro de nadie, sólo somos nuestro propio futuro”. “Nosotros utilizamos al rock para expresarnos por el gran poder de convocatoria que tiene” (¡Uy, coincidencias con Miki González!). “Lo que importa es lo que decimos, no la música, eso pasa a un segundo plano”...

Expresiones sueltas tomadas al vuelo de algunos de ellos, quienes siempre tienen algo picante que decir.

Lo que consideramos deplorable, pese a quien le pese, es que se tenga que llegar al desprecio total por la música en sí. Nadie ignora que todos necesitamos expresarnos, y realizar nuestras inquietudes, pero si queremos hacer algo verdadero y que todos nos reconozcan por ello, es necesario hacerlo bien, con arte y calidad. Con nivel. Parece que ellos no quieren ser reconocidos por nadie ni por nada. Por lo menos, eso aparentan.

Repudiamos las radios, no queremos ser famosos, nos une lo que no queremos ser”. Palabras sueltas de Pedro (Cornejo), Edwin (Núñez) y Daniel F. Pero “si pasan un tema nuestro por la radio, está bien, pues. Si la fama llega, a buena hora. Nos unen nuestros ideales, nuestra inconformidad ante la sociedad y el lema de Anarquía, Paz y Libertad”.

¿O sería mejor anarquía, trago y rock and roll como dijo Leo Scoria por la TV? Bueno, las contradicciones abundan por todas partes.

Lo que es importante y digno de destacar es el crecimiento del movimiento y de sus adeptos, aunque nos comentan que los que asisten a sus conciertos son siempre los mismos, salvo algunos(as) sapos(as) que nunca faltan.

Ahora bien, musicalmente se pueden considerar como influencias a Sex Pistols, The Clash y Ramones como dice alguien por ahí, pero ellos también tienen diferentes tendencias dentro de su circuito. Hay hardcore, rock and roll, reggae y hasta blues y como una forma de hacer conocer su música han grabado maquetas (cassettes grabados independientemente) los cuales venden en forma “clandestina”.

El primero fue el de NARCOSIS, siguió uno llamado “Leusemia, Guerrilla Urbana, Zcuela Crrada y Autopsia. VOLUMEN UNO”, y luego otro de AUTOPSIA.

En cuanto a los nombres de los grupos, hay muchos que no hemos mencionado aún como Valium, Kola Rock, Fosa Común, Los Indeseables y Sarita Colonia y los desgraciados. Respecto al origen de éstos, los Guerrilla Urbana explican:

Nuestro nombre surge porque somos un ataque musical y literario, aunque no tenemos nada que ver con Sendero”. Y no crean que los temas son más recatados, “Quiero anarquía”, “Aj rock”, “Represión”, “Diarrea”, “Sucio policía” y “Detestamos el poder” son algunos de los títulos más conocidos.
El movimiento cobrará más fuerza dentro de poco, ya verán, vendrá más publicidad y promoción y cada vez aparecen más grupos nuevos. Pronto dejaremos de ser la gran minoría que somos ahora”.

El tema es muy amplio, y por más detractores y adeptos que tengan, nada cambiará el hecho de que todos hablan de ellos. Están consiguiendo su objetivo: llamar la atención de cualquier manera para hacer llegar “no nos importa a quién” su propuesta, la cual todavía, no está muy definida por ellos mismos. ¿O es que no la hay?


Fuente
Pérez, Álamo. ¡Rock y dinamita! Apogeo de achorados... En: VSD. 8 de noviembre de 1985, pp. 6-7.

29 de octubre de 2018

LA VOZ ES EL ROCK MALDITO: Crónica de los nuevos rockanroleros limeños (La República, 1985)




La República y otros diarios de la época como Cambio, El Diario y Marka publicaron informes sobre los grupos de rock que empezaban a hacerse oír con el ruido de sus guitarras y su actitud discordante ante un escenario dominado por las radios de pop-rock. El periodista Óscar Malca dedicó en este diario varios artículos sobre las primeras acciones de estos roqueros que formarían un circuito musical alternativo. En este reportaje, encarnado en el personaje de Vicente Hidalgo, Malca conversa con los integrantes de LEUSEMIAZCUELA CRRADA y NARCOSIS, quienes dan a conocer sus opiniones y expectativas ante una naciente escena que en adelante se llamaría rock subterráneo.














Archivo hemerográfico de ANTENA HORRÍSONA










LA VOZ ES
EL ROCK MALDITO:


Crónica de los nuevos rockanroleros limeños










NARCOSIS y LEUSEMIA compartiendo escenario en el 
2.° Esquisse del Bestiario en la Universidad Ricardo Palma
(31 de enero de 1985)





La reciente euforia de Rock in Rio volvió a poner al rock en el centro de la noticia. Pero no todo sucede afuera, aquí también estamos viviendo un cierto e innegable auge: podría decirse que 1984 ha sido el año del despegue del nuevo rock peruano. Y así como existen grupos musicales con un acceso más o menos fácil a los conciertos y medios de comunicación masiva, también existen – no faltaba más – los malditos de distritos pobres y se empeñan en alentar el surgimiento de un circuito musical subterráneo verdaderamente alternativo para los jóvenes de los ochenta. Aquí su palabra, en una crónica preparada por un escritor de su misma generación.







Entramos ya a 1985 y pareciera que las elecciones serán el alboroto que marcará el compás del año. Los preparativos se intensifican con la consiguiente andanada de propaganda electoral que, poco a poco, irá invadiendo el vasto latifundio icónico de los medios de comunicación de masa. Las preferencias por uno u otro candidato son tema obligado de conversación en las sobremesas familiares o reuniones de amigos. Este reportaje trata de un segmento social permanentemente aludido en discursos y programas de toda tienda política que se precie: la juventud. Esos jóvenes de los que se dice son “el futuro del país”, “la sangre nueva”, pero que en la misma persistencia que son aludidos, cuando no “representados” en alguna institución partidaria o estatal, han venido acentuando en sí mismos, generación tras generación, un creciente desarraigo en todo aquello que pudiera significar un compromiso cívico o tan siquiera una tibia identificación con el Perú oficial, caro a los políticos. Los mismos que, desde el año pasado, comienzan a dejar oír su voz en Lima a través de las manifestaciones del fenómeno social más importante surgido durante las últimas décadas sobre el planeta: el Rock.

Lo que para los jóvenes migrantes del campo a la ciudad constituye la música chicha – tampoco del todo lejana – es, para sus contemporáneos limeños, el rock. Y más aún hoy que, frente al rock comercial que propala la mayoría de radioemisoras del país, crece un activismo musical alternativo que viene de los estratos más pauperizados de la clase media. De hecho, consideran al rock como un fenómeno social-contracultural propio de las juventudes metropolitanas en la sociedad capitalista y no como una liviana moda musical, ni como una pueril bagatela que las transnacionales del mass-cult nos empujan a consumir, implica ya asumir determinada posición frente al tema. Asimismo quiero dejar en claro que en estas notas la palabra juventud excluye, deliberadamente, a su franja privilegiada y minoritaria: aquel sector cuyo papel ideal de éxito en la vida lo representa – para citar una imagen harto promocionada por la derecha – un Jaime Bayly Letts chaposo, bienvestido y hablantín.







DE DÓNDE SON LOS CANTANTES (Un poco de historia)


En la cabeza de Vicente Hidalgo todavía se hallaba fresco el recuerdo de los últimos conciertos de Leusemia – a los que todavía se sumaría Narcosis – en los que su música había desatado sucesos de toda índole. Barrios Altos, Breña, Miraflores, Rímac, Comas, Carmen de la Legua: escenarios y locales que terminaron siendo, en la mayoría de los casos, pasto de desorden. Y lo más notorio, que en cada presentación los secundaba un creciente y compacto número de fanáticos que, seguramente, acababan de descubrir las posibilidades del rock en castellano. Por fin alguien que les hablara de la relación conflictiva con una sociedad  en la que (des)aprenden a vivir diariamente.

Jóvenes callejeros que comienzan a seguir entusiasmados esas canciones como llamaradas en el aire que dibujan el sombrío destino que les aguarda al final de esa juventud que aman, y usan como el arma blanca de los acorralados. En un país de explotados, desempleados y enajenados como el nuestro, no son las únicas – ni las peores – víctimas de la angurria de las clases sociales que manejan esta enorme caja registradora en que lo han convertido.

Vicente chasquea la lengua y piensa que Leusemia y compañía lo saben, pero eso de ningún modo les quita el derecho a gritar. Pero ¿por qué el rock? ¿No es acaso una versión criolla del punk inglés? Pues el espíritu es similar, basta echar nomás un vistazo a sus canciones para comprobarlo: “Oirán tu voz”, “No más líderes No más ídolos No más héroes” “Basuras en tu mente” (Leusemia); “Sucio policía”, “Destruir” (Narcosis); “Loco burdel” (Zcuela Crrada). La parentela con la violencia generacional del punk es pues indudable. Londres, ciudad donde tuvo lugar el primer gran brote a finales de la década del setenta se vio invadida de la noche a la mañana por pandillas juveniles que empuñaban sus guitarras para cantar – mejor escupir, gritar, vociferar - la anestesiada muerte a que el sistema los estaba conduciendo.

Ello constituyó además una ruptura con quienes habían convertido el rock en una melodía refinada y complaciente: grupos como los Sex Pistols, The Clash, Gang of four, The Damned y otros, se pararon sobre los escenarios y le devolvieron al rock la fuerza y salvajismo que le era connatural. Para protestar contra el medio no era necesario ser un músico experto; bastaba con tener ganas de valerse de la música para aullar y expresar violentamente el propio descontento. William Rowe, intelectual británico estudioso de la obra de José María Arguedas, declaró hace tiempo a un suplemento local que lo de los punks era un rock proletario; y que a estas alturas el movimiento generado por ellos constituía casi la única oposición contundente a la creciente derechización de Inglaterra.

Obviamente a nuestro país llegó toda esta revuelta a través de su contorno más frívolo: la moda, ese sutil mecanismo de defensa de la sociedad de consumo con que esteriliza las manifestaciones culturales en su contra. Peinados, cortes de pelo, vestimenta y desinfectadas versiones musicales del fenómeno. Pero eso felizmente, se limitó a Miraflores y San Isidro.

De los fundadores, poco es lo que queda en Inglaterra pero el virus ha prendido fuerte en otros países europeos como Italia y España, en los que si bien ya no son punks, recogen lo esencial del movimiento y el hardcore en lo musical. En América Latina también ha tenido una recepción particular, pues el sino indeleble que ha adoptado es proletario y popular. Así en Brasil, con los grupos Cólera e Inocentes, surgidos desde las favelas de Sao Paulo y cuyo principal público y mercado se halla en esas mismas barriadas. En el Perú, a diferencia de los años setenta con el rock progresivo, el mercado subterráneo de discos recién viene creciendo. La Cachina en La Parada era un “hueco” célebre para conseguir discos importados que las disqueras nacionales no editaban. Luego vendría  esa esquina de La Colmena con la universidad Villarreal; allí se compran discos usados e importados que no suenan en la radio y que se conocen solo de oídas o por las informaciones que vienen de afuera. Otras veces alguien consigue un LP raro y luego de los primeros contactos telefónicos va cayendo gente a la casa del propietario con un cassette en blanco en la mano. Más tarde, de ese cassette se sacan copias ya con la fidelidad un tanto deteriorada, pero siempre es mejor que nada.

Es así como el punk y buena parte del rock de vanguardia que difícilmente entra a las radios limeñas – a excepción del notable programa “Radio Clash” de 99FM – se filtra en nuestro país. Incluso se puede mencionar la apertura de un local donde se puede oír dicha música, el No Helden, en la esquina de Chincha con Wilson. Sus precios no son tan elevados – hasta donde se sabe no cobran el ingreso – y sus promotores tienen en mente para un futuro cercano organizar conciertos con los nuevos grupos y llegar a fundar una disquera independiente. La gracia de este sitio reside además en que cuenta con la rockola mejor surtida de Lima, así como con videos poco conocidos.


Vicente Hidalgo sacó de un tirón la hoja del rodillo de la máquina y leyó lo último que había escrito. Vaya parrafada, se dijo. Buscó la hora en el viejo reloj encima del estante y vio con alarma que las manecillas señalaban 3 y 30 de la tarde; tenía treinta minutos para llegar al sitio en que conviniera el día anterior con la gente de Leusemia. Recogió apresurado unas cuantas hojas en blanco que yacían sobre su cama y salió de la habitación maldiciendo el cambio de hora dispuesto por las autoridades. Una vez en la calle tuvo suerte de que inmediatamente pasara el micro que lo tenía que llevar al punto de reunión. Se acomodó en un asiento y se dispuso a dormir apoyando la cabeza en la ventanilla por si había alguna anciana a pedirle el sitio.








LOS SETENTA PASARON YA O LOS MUCHACHOS DE ANTES NO USABAN MUÑEQUERA


“Pie derecho”, le dijo el cobrador cuando bajaba, y el vehículo arrancó levantando una nube de polvo. El periodista estuvo a punto de perder el equilibrio pero lo salvó una hábil maniobra hecha justo a tiempo. Murmuró algo para sus adentros y comenzó a buscar a los bichos sobre los que iba a escribir. Sacó su pañuelo y se lo pasó por el sudoroso cuello. Se preguntó si los Leusemia habrían olvidado la cita. Recordaba perfectamente que por teléfono convinieron en la esquina de la avenida Colonial con Dueñas a las cuatro de la tarde, pues por ahí quedaba el lugar donde tenían un ensayo.

De pronto divisó la inconfundible gorrita de Daniel F, guitarrista líder del grupo, que le hacía señas desde la calzada. Vicente cruzó mientras revisaba sus bolsos por si le faltaba papel o lapicero, felizmente allí encontró sus instrumentos de trabajo.

Estaba también Raúl Montañez, el otro guitarrista y Guillermo Kimba, que tocaba la batería. Una vez con ellos y luego de intercambiar bromas y saludos, se dirigieron al garaje donde ensayaban. En el camino Daniel le refirió la reciente y exitosa presentación del grupo en el coliseo de Cerro de Pasco. La gente estaba feliz con nosotros, claro que al comienzo fue un poco frío, pedían canciones de la radio; pero después que tocamos nuestros temas computaron la onda y ya no querían que nos fuésemos – contaba.

A la siguiente cuadra doblaron en la esquina y el periodista pudo distinguir una casa frente a la cual se había formado una leve aglomeración. Unos sentados en la vereda, otros parados, apoyados con un pie en la pared. “Definitivamente hay gestos que no cambian”, pensó Vicente Hidalgo; pero tuvo que abandonar a su suerte a sus deducciones, pues se acercó el cuarto integrante de Leusemia, Leo Scoria, bajista, segunda voz y también – como Daniel – compositor del grupo., aunque recalcó luego, sus temas todavía no los estaban tocando en público. ¿Y cuñao, cómo estás? se estrecharon la mano y el periodista fue informado que la bulla proveniente del garaje era de Zcuela Crrada, que había alquilado los instrumentos a medias con los leusémicos. Los jóvenes músicos pasaron de inmediato a contar lo que sucede con esto de los equipos: son caros y ninguno de los grupos de por esos lares tiene para ensayar. Así que ellos recurren a los servicios de Víctor Quiroga que se los alquila a treinta mil la hora. Pero no siempre tienen el dinero, entonces solo les queda practicar con sus instrumentos de madera e improvisar baldes y tarolas como batería, viejo y extendido recurso.

Se acerca también Kilowatt Édgar Barraza, el esmirriado cantante de Kola Rock, de Comas. Y allí están reunidos: polos negros, jeans oscuros, muñequeras de cuero con puntas de metal sobresaliendo. Algunos con casacas de drill con las mangas cortadas, la “A” anarquista en la espalda y los lados de la chaqueta hechos jirones. Ropa no ostentosamente estridente, como se suele ver en algunos distritos residenciales, sino diferente, de un modo sobrio pero enfático: ellos no quieren ser confundidos con los jóvenes apáticos e insolentes que babean detrás de las modas.

El promedio de edad de los leusémicos es de unos veintidós años. Daniel es el único que trabaja, el resto cachuelea a veces y cuando no, pica a sus viejos o hermanos mayores. Son unos vagazos, dice Raúl, que además estudia en la Villarreal. El grupo se formó en la Unidad Vecinal #3, al costado de la universidad de San Marcos. Todos ellos, a excepción de Leo, viven por esa zona. Kimba mete la cuchara para decir que ponga que al pobre Kilowatt lo han botado de la chamba. El periodista mueve la cabeza afirmativamente y toma nota. Les pregunta su opinión por las generaciones anteriores de rockeros. Nada que ver, compadre – contesta Leo. Bueno con los del setenta, así, ¡nada!- acota Raúl- eran unos recontra gansos. Velasco los asustó con eso de la “música extranjerizante” y no tuvieron las pelotas para insistir y ponerse a cantar en castellano, ¿no? Entonces los que quedaban eran los más comerciales, que sí eran apoyados por las disqueras. We all together, por ejemplo. En cambio los del sesenta sí eran buena nota, pero los primeros: Los Saicos- todos lanzan al unísono una exclamación aprobatoria – y ya un poco menos Los Yorks y El Polen. Ellos empezaron bien la nota y después vinieron los otros a cagarla con su música en inglés.

También existían otros – interviene Kilowatt Barraza-, Los Silvertones, todos tocaban en el Centro, en La Fontana, en el Embassy, en el Tabaris. Eran un montón de grupos de barrios así como este, misios. Y querían cantar en castellano, o traducían letras, como Los Yorks.

Por la calzada del frente cruzaba una señora que se apresuró en cuanto vio la aglomeración de “raros” sentados en la acera conversando. Vicente, por supuesto, se autoexcluía de tal apelativo. Alguien bromea con ellos y en seguida se pasa al tema de los grupos contemporáneos, los del ochenta, con quienes Leusemia tampoco parece llevarse demasiado bien. Conocido por todos es ya Daniel cuando presenta las canciones en público, pues se dedica a fustigar y burlarse de conjuntos publicitados, como Dr. No, Toilet Paper, Frágil… Hay quienes dicen que Leusemia tiene la lengua más larga del rock peruano. Es que ya estamos hartos de los copiones – dice Daniel – estos lo único que hacen es imitar a los grupos extranjeros y copiar temas de la radio, ni siquiera pueden cantar en su propio idioma. Es que de repente no se sienten peruanos, le contesta Vicente, pero agrega, y a Frágil por qué lo atacan, ellos cantan en castellano ¿no? Lo mismo TV Color, que también ha sido blanco de sus puyas… Mira, Frágil se demoró bastante en cantar en castellano, ellos tocaron un montón de tiempo temas de grupos como Génesis y otros de la progresiva – repone Raúl – y TV Color ha recogido gente con un pasado negro, unos que han tocado en You y grupos del setenta

Del mismo modo reconocen en ambos un tufo “argentinoide” que no se les cocina. En cambio se identifican con gente como Cimiento, Narcosis, Zcuela Crrada, Flagelo, Desorden Social, Guerrilla Urbana, Valium, Flema, Kola Rock, Fuga, Kotosh, M-10, Los Excomulgados, Autopsia, Sarita Colonia y los Desgraciados, Km-11, de Comas. Interrogados por su opinión acerca del grupo Delpueblo – en sus dos versiones – responden que les gustan sus temas más fuertes, aunque todos los que están trabajando cosas suyas, están bien, compadre. “Músicos valientes” llama Pico Ego Aguirre a los que se lanzan con temas propios.

Luego les oyó hablar con respeto de la música chicha, la cual respondía a las necesidades de otro público, dijeron. Poco conocían de un grupos arequipeño – Furia – proveniente de uno de los pueblos jóvenes de la ciudad blanca, que tocaba un rock bastante “achichado”.

Más tarde le tocó ensayar a Leusemia y el periodista los vio evolucionar en un garaje descolorido y con ropa tendida al fondo. Los instrumentos no eran, óptimos, pero digamos, servían. Después del tiempo pactado, salieron nuevamente a la vereda, esta vez con Edwin de Zcuela Crrada que debutara la semana pasada, tras escasos dos meses de práctica y de ese tiempo, tan solo en dos oportunidades, con instrumentos eléctricos. Era evidente: existía una desesperada necesidad de expresarse.







A LOS HIJOS DEL RUIDO LES ABURRE LA MÚSICA DE LOS POLÍTICOS

Cuando el sol comenzaba a declinar acordaron marcharse a casa de Daniel. Y se decidió hacer el tramo a pie; después de todo la Unidad Vecinal no quedaba tan lejos. Alguien habló de comprar una botella de ron. En el camino Vicente recordó la charla que tuviera durante el último concierto con Wicho, cantante de Narcosis – al igual que la mayoría de estos músicos desarreglosos, se resistía a dar su apellido. Narcosis había popularizado dos canciones que eran verdaderos clásicos en los conciertos: “Sucio policía” y “Destruir”. Sus letras eran más pegajosas que las de los “leusémicos” pues se les escuchaba mejor. Solo eran un trío: cantante, guitarra y batería. Tocando usualmente con equipos de muy baja calidad, era difícil la audición de la letra de las canciones; de modo que la fórmula les resultó eficaz: a pocos instrumentos la voz resaltaba mejor. A pesar de ello, Leusemia, con el doble de instrumental – todos tocan uno – lo resuelve poniendo el peso en la fuerza y el zafio talento con que ejecutan sus temas. Y cuando les toca un buen micrófono, los problemas se reducen considerablemente.

Wicho (24) le contaba que lo que sucedía con él y sus compañeros, Jorge M. (16) y Fernando Vial (20), era que a ellos lo único que les interesó siempre fue la música. Se dedicaban a hacer todo tipo de negocios para comprar y encargar los discos que les interesaban. Y al final terminaron abandonando estudios y supeditando sus ocupaciones diarias a lo central, que era por supuesto escuchar música. Hasta que de pronto se les prendió el foquito y se mandaron a buscar la manera de formar un grupo de rock. Primero, dijeron, lo mejor era aprender y tocar algún instrumento.

Y un poco así sucede con todos. La cosa viene del punk. Picado por la curiosidad, Vicente recuerda que sacó su lapicero y preguntó. Del punk – dijo Wicho – más que la etiqueta, rescatamos el espíritu. La fuerza con que se expresaban las cosas, lo que ocurría en la calle, en la vida diaria, y sin necesidad de hacerlo “bonito”.

Un grito de Kilowatt Barraza arrancó al periodista de su ensimismamiento. Habían llegado. En las escaleras del bloque de Daniel, esperaban Wili Jiménez y Riki Paredes, 19 y 18 años respectivamente.

Ambos, del autodenominado grupo “anarcomestizo” llamado Desorden Social. Vicente todavía tenía en la memoria la letra de su canción “Escupir rubios en Miraflores”; sin embargo, la pregunta sobre el punk a los de Leusemia le quedó revoloteando por la cabeza.


*****


¿El punk? Mira – dice Daniel F – para nosotros ellos le abrieron cien puertas diferentes a todo el mundo. Sacaron a los chicos de la calle, entre ellos a mí. Para esa época (78-80) no había nada, el estudio no iba con nosotros el trabajo rutinario era una joda que nos esforzábamos en evitar y ni siquiera la música que queríamos existía. Los New York Dolls e Iggy Pop & The Stooges ya mancaban. Claro, nos quedaba la droga o seguir a las bandas callejeras que se dedicaban a robar para subsistir… Hasta que conocimos el punk y copiamos su propuesta, su llamado desesperante ante un mundo que te engullía sin remedio. Vimos que había gente en quien creer, pero sin necesidad de copiar e imitarles. Así muchos comenzamos a buscar material sobre ellos, discos, revistas, declaraciones, y pronto nos tiramos a componer nuestras canciones con mayor libertad y sin los condicionamientos que te imponen los rockeros convencionales, tú sabes, eso de que “si no sabes tocar bien, mejor no toques”.

Bueno, punks o no punks, lo cierto es que estaban proscritos de varios lugares. Se dice incluso que el No Helden tiene serias reservas en invitarlos a que den un concierto en su local – y varios propietarios de equipos de sonido se negaban a alquilárselos. Sumado a ello estaban las calificaciones que su comportamiento agresivo y procaz les había colgado: “Folclóricos”, “antisociales”, trotsquistas”, y “fascistas”. Y esto último era lo que parecía pesar más. Pues las pintas que “adornaban” muchas paredes limeñas, junto a su nombre siempre aparecía una esvástica nazi, que al cabo de algún tiempo fue reemplazada por la “A” dentro de un círculo.

¿Fascistas nosotros?, ni hablar compadre, continúa Daniel.  Requetedefinitivamente, ¿no?, no somos tan estúpidos como para apoyar algo con un historial tan negro. Solo a un idiota se le ocurriría pensar que a los jóvenes de los ochenta les encanta la idea de ser amarrados a un sistema ultratotalitario. Pero insiste el periodista, ustedes tienen canciones, y no me negarán que les vacilaba usar todos esos símbolos, ¿no? Eso solo fue táctica – alega – es lo que en el grupo denominábamos “la táctica del puñetazo”, en nuestras primeras actuaciones llamábamos mucho la atención con nuestros cueros, remaches y ropa negra, hacíamos el saludo hitleriano y firmábamos con esvásticas. Era como patearles el culo a los que estaban de espaldas a los nuevos grupos y decir ¡mírame! ¡Existo!

¿Y eso a las finales no fue contraproducente? Por ejemplo, para comunicarse con otros patas que andaban en la misma onda que ustedes… Pasado el tiempo, en realidad sí, nos vetaron de muchos sitios (aún lo hacen) y hacía que desconfiaran de nosotros – reconoce el guitarrista.

Leo agrega que a Leusemia no le agrada nada de política. ¡Ah! Dice Vicente en un alarde de perspicacia, ¿vas a votar en blanco? En negro cuñao, en negro voy a votar. Todos celebraron la respuesta.


Nosotros – añade Edwin Zcuela – estamos en esto por pura necesidad de expresarnos. Y estamos en contra del sistema porque gira siempre alrededor de un grupo de poder. No somos como otros grupos oportunistas como Overkill, Toilet Paper, La Pandilla., que solo tocan porque se ha puesto de moda hacerlo.

Pero lo que sí queremos decir – interviene nuevamente Daniel – es que Leusemia y el circo de la demagogia política nacional no tienen ningún punto en común. Somos parte de una juventud que no cree ya en nada y se resiste a ser devorada por los convencionalismos hipócritas que nos pretenden anular. Creo que cada uno tiene la posibilidad de decidir y actuar sin condicionamientos en base a lo que tiene en la cabeza.

El periodista se rascó la mollera y pidió la botella que estaba circulando desde hacía unos minutos. Todos se encontraban sentados en las gradas del edificio, los vecinos parecían ya acostumbrados, pues no le daban la menor importancia al hecho de que una pequeña turba de muchachos estuviera sentado conversando, tomando u oyendo música de un tocacassette portátil que Kimba, hermano de Daniel, acababa de sacar.

Los chicos de Desorden Social cuentan que un nuevo grupo se ha formado en el colegio Melitón Carvajal; por ahí alguien se queja que Kilowatt no devuelve un cassette de U2 que le han prestado. El interpelado niega. Alguien pide la dirección del local del próximo concierto. Risas y tomaduras de pelo, lucían libres y despreocupados, ¿lo eran en realidad? Vicente recordó una vieja frase de Jimi Hendrix, guitarrista genial que se inmolara hace quince años. “Si parezco libre es porque siempre estoy corriendo”.

Preguntados por Sendero Luminoso o los Tupacamarus, manifestaron cierto respeto; pero aquel cuyo único fundamento se hallaba en que estuvieran hostigando, digamos, al mismo enemigo. Por lo demás, les resultaban tan ajenos como cualquier otro grupo político. Incluso Raúl llegó a alertar que hay candidatos que están usando eso de que son jóvenes, cuando la gente joven como nosotros nada tiene en común con ellos.

Lo que nos interesa ­- tercia Daniel – es que se llegue a formar un movimiento de jóvenes que se identifiquen con lo que nuestra música y actitudes expresan. Y así ellos mismos comiencen a hacer sus cosas; que hagan funcionar su cerebro y computen la situación en que viven, que despierten a la realidad. Leusemia es una de las pocas bandas que promueve y le da la mano a los grupos que comienzan y no están en ninguna de las argollas que tienen un padrino que los protege. Es por eso que siempre insistimos en hacer un llamado a todos los que están haciendo rock en castellano, con temas propios, a que se unan.


Sí, eso era ya una necesidad. Ahora que, lenta pero irreversiblemente, se está constituyendo todo un circuito subterráneo dentro del cual se empiezan a identificar canciones, gestos y lenguaje; y que sitúan su territorio lejos de la frivolidad de la sociedad de consumo y principal clientela: los jóvenes adinerados que, a estas alturas, poco tienen que ver con la actual fisonomía cultural del país. Y lo que es más, se trata de un circuito subterráneo que lucha por arrebatarle la hegemonía a la música comercial que propalan las radios. Quizás se deba a que los rockeros de esta generación piensan en la música como un complemento a su actitud frente a todo lo que les rodea: allí coincidieron tanto Leusemia, Narcosis, como Zcuela Crrada. Momentáneamente es un grupo que crece, porque los está descubriendo, y empieza ya a agenciarse sus propias publicaciones – Costra, Fosa Común, LuzNegra – a reconocerse en ciertas imágenes plásticas revoltosas y pendencieras. Las escenografías “portátiles” de Herbert Rodríguez han acompañado muchos de estos conciertos – y que ya asume conductas sociales que invariablemente terminan colisionando con la ideología dominante, impuesta para la conservación del orden establecido.

Mientras Leo se quejaba de que en su casa a diario lo fastidiaban porque creían que no hacía nada o, de cualquier manera, porque Leusemia era nada – su padre es un conocido cultor de la música clásica – Vicente decidió poner fin a la jornada y comenzó a despedirse de sus amigos.

Hasta el final muchos de ellos dudaban que el periodista lograra colocar el reportaje en un periódico. Les parecía un privilegio exclusivo de los músicos de “arriba” con su música correcta, positiva y siempre presentable; aunque no fuera original no tuviera la fuerza de lo auténtico: eran los que grababan y ofrecían los más publicitados conciertos, los más fotografiados y adorados por los que ellos llamaban “chiquillas con sebo en la cabeza”. Pues aunque Leusemia, como les gustaba decir, fuese la banda limeña que más alto ha llegado (5000 metros sobre el nivel del mar, en Cerro de Pasco) estaba condenada, decían, a la maledicencia de las muchedumbres ávidas de modas y palabras complacientes.

¿Y por qué les preocupa? – murmuró Vicente Hidalgo, trasponiendo las últimas paredes sucias y jardines descuidados de la Unidad Vecinal – después de todo, ya dijo alguna vez David Bowie que el rock, el verdadero rock, ha sido siempre la música del demonio.




FUENTE: Malca, Óscar. La voz es el rock maldito: Crónica de los nuevos rockanroleros limeños. (8 de febrero de 1985). VSD, suplemento del diario La República, pp. 2-6.