Rock (limeño) en el subterráneo
de una generación nihilista
Odian a Beethoven (Beethoven los odiaría también).
Tratan al idioma como a mula caprichosa (y el idioma les niega, recíprocamente,
sus mejores gracias). Sueñan con muladares propios y gozan infinitamente cada
vez que un cuarentón se sonroja (cadavérico en sus modales) con sus letras de
burdel punk. Son los rockeros duros, la vanguardia de avanzada, la ultra del
extremismo, los que escupen al público, los que tocan de espaldas, los que no
creen en nadie sino en el alarido y la antiarmonía. De este mundo sale “Zcuela
Crrada”. Y ese es el mundo que esta nota abre para nuestros lectores.
En cualquier concierto donde están, siempre pasa lo
mismo: una hilera de jovencitos a los cuales aún no les ha brotado el bozo,
metidos dentro de casacas negras, con blue jeans que hace mucho tiempo podían
haber pasado al cesto de la basura, en zapatillas, se apretujan ante la puerta
de ingreso del local y van saliendo expurgados con prolijidad por otros
mozalbetes que guardan en el bolsillo trasero fierros o cadenas.
La búsqueda tiene un solo fin: evitar que a los
conciertos de rock subterráneo ingresen “chatas” de ron, latas de cerveza u
otros estimulantes líquidos. Algunas veces, mar de cuidadosos, abren billeteras
e introducen los dedos por las rendijas; esta vez la pesquisa indaga por un
“tronchito” o un “paco” de cualquier droga. Nunca se sabe.
Pero adentro la cosa siempre se desata. Por encima
de las cabezas de estos púberes – algunos con los pelos parados a fuerza de
gomina o cortados como si hubieran asistido a una ceremonia de “cachimbos” – se
distinguen huecos. En cuclillas, los más sagaces, fuman los tronchitos que no
vio la requisa. Y como también siempre hay cómo ingresar una latita de cerveza,
pues se destapa. Es la ceremonia previa que antecede a la presentación de los
grupos nacionales de rock subterráneo.
Están allí, entre chillidos, lisuras, imprecaciones
y mentadas de madre – así son la mayoría de las letras por supuesto – desde el
año 84, y siguen proliferando. Generalmente, equipos de amplificación de muy
mala calidad aumentan las distorsiones. La comunicación con el público
adolescente es totalmente sui géneris: se insultan, se escupen, se arrojan y
devuelven envases de trago y demás. Cada cierto tiempo pareciera que se arma
una gigantesca trifulca, pero no: es un bailecito con visos apaches que está de
moda: el “pogo”, cuya cualidad consiste en meterse encontrones y empujarse, con
patadas de yapa.
Aunque estos muchachos con sus bríos no matan en
realidad ni una mosca –no se ha sabido de heridos graves en ningún concierto–
la verdad es que la cosa medio que asusta. Y crece.
CERRANDO
LA ESCUELA
“Las lisuras que decimos no son más que las que
puede decir Luis Alberto Sánchez en una conversación privada”, exclama Edwin Núñez, vocalista y líder del
grupo Zcuela Crrada, uno de los conjuntos más complejos de esta mixtura entre
el hardcore, versión radical del punk europeo, y el free jazz. “No sé cuál es
la nota allí –se enfada, aludiendo a los artículos furibundos que sus
presentaciones causan en los medios de comunicación. Hay otras cosas: modo de
pensar diferente, heterogéneo, porque el rock subterráneo no solamente es lo musical. Es un despertar artístico”.
Este despertar consiste en un rock muy ligero, casi
elemental, agresivo y con letras cargadas de protesta y coprolalia. Críticos
subterráneos dicen que Zcuela Crrada es el grupo más logrado del movimiento,
muertos los fundadores Leusemia y Narcosis.
Las lisuras que defiende Edwin, letrista, vocalista
y líder del grupo, son llanas y sin ambages, como en su tema “Loco burdel”:
“Ansias de loco burdel/ ¿Qué se desata?/ Manos que tiemblan su sed y su
amenaza/ Tratos que cierran la red/ Y abren el miasma/ Mierda que asoma su
hez…/ …/ Mierda de loco burdel”.
Ninguno de los cinco integrantes de Zcuela Crrada ha
estudiado música, ni oído con atención a los clásicos. Quizá el menos desairado
resulta Mussorgsky, porque los rockeros Emerson, Lake and Palmer hicieron un
álbum sobre “cuadros para una exposición” (Pictures at an Exhibition).
Edwin tiene 24 años. Los demás – Arturo Alfaro
(saxo), Adolfo Alfaro (bajo), Mauricio Fonseca (batería), y Martín Medina
(guitarra) – frisan entre los 20 y los 22 años. Limeños y chalacos del barrio
de Bellavista, los de Zcuella Crrada, a pesar de la dureza de su música, dan la
impresión más bien de ser estudiantes formales, alejados de la estridente
indumentaria de sus seguidores. Edwin apenas tiene una coleta que le cuelga de
la nuca.
Ensayan dos veces por semana. Lo hacen en una
habitación apretada en una azotea, donde duerme – es la casa paterna –
Mauricio. Una cama, afiches rockeros en las paredes, David Bowie con su mirada
andrógina en uno de ellos, una pila de confusa de casetes, discos, y la
batería, son todo el ornamento. “No, mis padres no me dicen nada –señala
Mauricio cuando queremos saber si a ellos les molesta el ruidazo–. No se
meten en mi vida”. Y esto es increíble. Los contestatarios músicos, a juzgar
por lo que nos dijeron, son todos hijos formales y amantísimos de sus padres.
“No siento ni rebeldía ni marginalidad – acota
Martín-. Me gusta la música, por eso estoy en Zcuela. Lo que me desagrada es el
heavy metal, lo oscuro, las misas negras. Y no creo que haya rebeldía contra
mis padres. Yo no me meto con ellos ni ellos conmigo. Mi vida es normal”.
Mauricio, en un extremo, montado sobre el
asiento de la batería., sigue con sospechas el diálogo, hasta que nos
aborda.
“No necesito mostrar rebeldía ante el público –ataca–. Tendré muchas cosas contra las cuales rebelarme, pero no con el rock”.
Mauricio pertenece a la vieja hornada subterránea, la primera promoción de
Edwin, Leo Scoria y Daniel F.
En todos los conciertos se arman tremendas
trifulcas. “Los chongos –dice Adolfo– son producto del público que quiere
violencia, y que por último no entiende la música ni las letras. Esos
chiquillos son los que quieren justificar su malcriadez con el rock. Pero uno
les para los machos y se aquietan”.
Edwin es el más tajante en cuanto a todo. Por algo
es el líder. “Tengo un descreimiento total de la política, de todos los
partidos incluyendo a Sendero Luminoso. Por los hechos mismos: no hay
soluciones. Yo estoy al margen, pero en la marginalidad hay matices”. Él sí
piensa que el rock debe incluir entre sus blancos a la familia (“que te impone
todo”) y dice que la violencia “todo el mundo la lleva dentro, la gente es
neurótica”.
Y grita contra los héroes dorados del viejo rock.
“Los Beatles me gustaban –señala Edwin– pero de chibolo. Ahora me parecen una
total estupidez. Es el vivo ejemplo de lo normal, de las concesiones”. Pobre
John Lennon. Edwin prefiere a los Rolling Stones.
En cólera total contra todo, estos subterráneos
reniegan hasta de su padre: el punk. “La gente lo que busca es desfogar –dice
Arturo–. Yo no creo que acá exista el punk, deberían buscar otro nombre. Yo
paro igual, tocando o sin tocar. Antes tomaba trago para salir a actuar, pero
ahora no, hasta me cuido”. Montamos rápidamente en sospecha ante tanto candor.
“Que haya un troncho por allí o que hayamos probado,
no es el problema” aceptan. “Lo subterráneo es hasta algo jocoso –dice
Martín–: el pogo, la agresividad. Yo miro a los patitas y toco nomás”. “Yo hago
lo que me gusta –prosigue–, si le gusta a la gente, bien y si no, no. No me
interesa”.
Salta nuevamente Mauricio, mirándonos fijamente
desde sus lentes tipo John Lennon: “Yo no puedo comprender que un grupo rockero
cambie algo en este país, ni por qué nos estás haciendo esta entrevista, que
nos parece puro sensacionalismo, ganarse con algo que no tiene importancia”.
EL
MUNDO DE MARÍA T-TA
Según todas las lenguas – malas y buenas -, fue la
revista “Ave Rock” la que bautizó a esta variante de música como “subterránea”,
con el fin más bien superficial de promover un concierto en “La Caverna” de
Miraflores el año 84.
Desde entonces se sucedieron toda una serie de
grupos, unos más agresivos que otros, que se han ido recomponiendo,
desaparecido o prestándose sus músicos.
En el 84 aparecieron dos grupos. Narcosis (con Wicho, Cachorro y Pelo
Parado) y Autopsia, ya
desaparecidos. En el 85 siguieron Zcuela
Crrada (con Edwin, Luis, Alma Negra y Jaime Zero) y Guerrilla Urbana (con Pedro K y Leo Scoria como líderes), de los
dos solo sobrevive Zcuela Crrada.
A continuación, la larga mancha de los subterráneos.
Los grupos que han fenecido llevan una crucecita al lado. Juventud La Kaigua
S.A. (de Miraflores †), Radicales
(de La Victoria), Sociedad de Mierda, Excomulgados (de La Victoria), Flema (de
Bellavista), Pánico (de Miraflores †),
Yndeseables (que no han hecho ninguna presentación pública; solo grabaron un
casete).
Autopsia (de Miraflores †), Conflicto Social (†),
Descontrol (de Miraflores), G-3 (de Miraflores), Erupto Maldonado, Frente Negro
(†), Delirios Krónikos (de Jesús
María †), Eutanasia (de La
Victoria), Exodo (de la Unidad Vecinal No. 3), Trauma, Templo y Diagnóstico
Reservado (los tres de Chosica), Vox Propia (de Jesús María), Feudales (de
Miraflores).
Psicosis (de Lince), Kaoz (de Jesús María), Delirium
Tremens, Empujón Brutal (acaudillados por María Teta, Reina Milly e Iván (ex
Flema), Salón Dadá (de Bellavista) y Luxuria.
Fuente: Sánchez, Enrique. Rock (limeño) en el subterráneo. En: La
República (19 de octubre de 1986), pp. 54-55.
No hay comentarios :
Publicar un comentario