Uno de los espectáculos de rock que los ochenta dejó para el recuerdo fue la gira de
LOS PRISIONEROS en Perú. Sea por lo anecdótico de aquella segunda noche en Lima
donde la tensión se vivía a flor de piel en el escenario y arena de la Plaza
de Acho, aunado a las fallas técnicas y de ejecución, este concierto, calificado con ironía por Jorge
González como legendario, tuvo de todo para impactar en la memoria del público que llenó el tradicional recinto para escuchar al popular trío chileno.
Esta es la crónica del concierto que apareció en primera plana en el suplemento VSD de La República.
Esta es la crónica del concierto que apareció en primera plana en el suplemento VSD de La República.
Archivo hemerográfico de Antena Horrísona
PRISIONEROS DESENCADENADOS
Desde que LOS
PRISIONEROS empezaron a escalar impetuosamente posiciones en los rankings de
las radioemisoras locales, una interrogante siempre me anduvo rondando: ¿cómo
sería un concierto de estos patitas de origen misio, “resentidos” convictos y confesos, exponentes curiosamente
de un exitoso estilo musical efectivo, fresco y cautivante que se da el lujo de
exteriorizar en las mismas barbas del sistema comercial y muchas veces contra
éste, todas sus fobias socio-políticas y raciales? Pues bien, el sábado 19 de
setiembre obtuve, en la Plaza de Acho, una respuesta.
Como no podía ser de otro modo, ésta fue francamente
accidentada. Ya las colas interminables de un público excitadamente desordenado
que pugnaba por ingresar me hicieron intuir las características que tomaría el
espectáculo (que, por cierto, comenzó con hora y media de retraso).
A penas estallaron los maquinales ritmos tecno-pop de la canción “Quieren dinero”, la noche se pobló
de un clima tumultuoso.
Era obvio que el grueso del público celebraba las diatribas y
burlas que, con apasionada persistencia, hacía el cantante de LOS PRISIONEROS
contra Reagan y en general contra todo lo que de colonialista y ajena tiene la
cultura occidental.
Sin embargo, y pese a la exaltación de la gente que coreaba
victoriosamente sus canciones, era notorio un cierto nerviosismo en los
miembros de la banda: algunos problemas de sonido y la obstinada hostilización
de un pequeño sector ¿los punkies? de
la audiencia agudizó ese malestar. Tal vez por ello sorprendió, favorablemente
por cierto, la inusitada energía y aspereza con que interpretaron temas de su
primer álbum La Voz de los Ochenta,
especialmente la canción “Quién mató a Marilyn”, o “Muevan
las industrias” con una introducción de fierros retorcidos, muy
oportuna.
Pero justo en el preciso instante en que comenzaban a tocar “Por
qué los ricos”, una piedra, arrojada al parecer desde ese sector hostil
del público, le acertó al vocalista. Este detuvo a sus compañeros e increpó a
los agresores. El grupo siguió tocando con mayor energía pero, a la vez, perdió
claridad. Una bandera con el nombre de Pinochet era quemada, mientras tanto,
por otro sector de la audiencia.
La
atmósfera se hacía cada vez más afiebrada. Cuando los compases acústicos de “El
baile de los que sobran” prometían con cerrar la noche de una manera
festiva, otra confusión se apoderó del escenario: las voces no se oían y todo
se hizo muy extraño. Resultado: el grupo suspendió la ejecución del tema y
anunció que el concierto no podía seguir. Tras una paralización de unos
minutos, LOS PRISIONEROS volvieron a escena y cerraron su actuación con el tema
“Nunca
quedas mal con nadie”. Muchas personas ya se habían retirado.
Fuente: Prisioneros desencadenados. En: Suplemento VSD del diario La República (25 de setiembre de 1987), pp. 6-7.
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