28 de enero de 2016

SITUACIÓN HOSTIL (1989)









SITUACIÓN HOSTIL


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En febrero de 1989 Situación Hostil culminó la grabación de los temas publicados en el demo "¡Abracadabra!". Cinco canciones de ruidoso trashcore componen este casete autoproducido y masterizado en el estudio de Miki González.


Eduardo Gonzales en la guitarra
Gerardo Rojas en la voz
Carlos A. Chávez en el bajo
Fernando Boggio en la batería





En 1999 Rock & Core, división de Calambre discos, publicó "Situación general", cedé compartido entre Situación Hostil y Kaos General. Se reeditó el material que ambos grupos grabaron en los ochenta.    

















24 de enero de 2016

Crónica: Rock en el río Rímac (17/02/85)




Rock en el río Rímac
Como caballos salvajes sobre el asfalto



Por Óscar Malca

Por varias razones la noche del 17 de febrero de este año será difícil de olvidar. En esa fecha se realizó “Rock en río Rímac”, el concierto más insospechadamente espectacular que se recuerde en nuestra capital y en el que miles de jóvenes se vieron involucrados en un happening callejero desencadenado por esa tumultuosas efervescencia social que comporta el rock. Finalmente perseguidos por la policía, los rocanroleros subterráneos demostraron ser protagonistas y portavoces esenciales, ya no solo de la revitalización del rock peruano, sino del explosivo malestar que fagocita a la juventud limeña.

La siguiente debió ser solo la crónica de la primera reunión en el proceso organizativo de la contracultura rockera, pero terminó convirtiéndose en el testimonio de cómo un phatos musical afiebrado y soliviantador fue capaz –para bien o para mal y aparte de los excesos de generar la más intensa participación de quienes antes eran laxos e indiferentes espectadores, en el sentido más abastecido de la palabra.

Eran ya pasadas las seis de la tarde cuando Vicente Hidalgo abordó el destartalado microbús que lo llevaría al Rímac. Y esta vez el peligro radicaba en la vieja amenaza de todos los febreros que recordaba: los carnavales limeños, el tradicional y crecientemente violento juego con agua. En cualquier instante y desde la más pacífica ventana podría aparecer, como un latigazo, un chorro de frío líquido empapando las mejores ropas. Y los domingos la cosa era peor aún; así que procuró no pestañear durante el viaje: “Rock en río Rímac” es un evento al que tengo que llegar seco y a pie seguro, se dijo.
Tras una hora de cansino viaje, se apeó en la avenida Tarapacá y caminó en busca del tabladillo que iba a ser levantado en la esquina con la calle Guardia Republicana.
A unas pocas cuadras se encontró con Edwin, cantante y compositor de Zcuela Crrada. Se dieron las manos y le preguntó por el resto de la gente.
“Están allá –señalando hacia lo que parecía un escenario yo me vine a comprar unos cigarros… vamos yendo, pero eso todavía tiene para rato compadre”.
Cuando arribaron al entarimado la decisión había sido ya tomada: la cantina quedaba un par de cuadras más abajo.



LOS ROCANROLEROS: EL FUTURO SÍ EXISTE
En la mesa estaban los de LeusemiaGuerrilla Urbana, así como los de Zcuela Crrada y algunos miembros de NarcosisAutopsia Anti-tucos. Daniel F, de Leusemia, conversaba con uno de los Anti-tucos sobre el último concierto en la universidad Ricardo Palma. Por la asistencia de público, puede hablarse de un éxito, pero también existió un velado boicot a los leusémicos: no les quisieron prestar instrumentos y cuando, tras intensas gestiones, consiguieron tocar, tuvieron que hacerlo con un músico menos. “Hay que juntar plata y comprar instrumentos”, dice Daniel. “Pero cómo cuñao, son demasiado caros”, repone Leo Scoria, músico de su mismo grupo, sin ocultar cierto desconsuelo en la voz. Y no era para menos, pues fue Leo quien más sufrió cuando supo esa noche que no había guitarras para ellos. Tuvo que insistir mucho y hasta forcejear para que cedieran los rubicundos propietarios de las herramientas que precisaban. “Pitucos de mierda, solo piensan en ustedes y en sacarle lustre a su guitarrita. Porque tienen plata se aprovechan”, les había increpado. La situación fue dramática pues casi hubo que llegar en una oportunidad al intercambio de golpes.
El viejo sueño del circuito alternativo, de un mercado subterráneo, paralelo al consumista burgués –para decirlo en el lenguaje de los economistas. Ese era un tema que Vicente ya había escuchado en otras reuniones con los rocanroleros.
Desde hace algún tiempo les perseguía la idea de organizarse para no terminar como sus pares de anteriores generaciones, que parecieron hamletear frente a la disyuntiva  de inmolarse bajo las bellas banderas de la radicalidad y el heroísmo, o tirar la esponja en la lucha contra el establishment e instalarse muellemente en él.
No todo era pues improvisación en ellos. Les desvelaba también el futuro, el después de los conciertos. Nadie se quería contaminar con las modas de la pituquería miraflorina ni con los prestigios, supuestamente  “rebeldes”, del consumismo cultural barranquino. Incluso se comenzaba a cuestionar y replantear ciertos clichés harto quemados y manoseados por escépticos oportunistas y toda ralea de poseros.



LOS CABALLOS SALVAJES COMIENZAN A DANZAR
Unos dos mil espectadores, entre curiosos y fanáticos, aguardaban con impaciencia el inicio del concierto. Los organizadores, el concejo distrital  del Rímac –de Izquierda Unida- había estado toda la semana por las calles bajopontinas y zonas aledañas propagandizando la versión criolla del entonces reciente Rock in Rio.
Las cabezas de todos los grupos participantes se reúnen con los organizadores y se elabora el rol rápidamente. A Zcuela Crrada le tocó abrir e inaugurar la noche. Edwin juntó a su mancha y marcharon camino al tabladillo. La collera de rocanroleros le deseó suerte a la vez que aplaudía y bromeaba con ellos. De pronto, tres globos de agua cayeron por los alrededores. Se produjo un leve tumulto y no pocas imprecaciones por parte de las víctimas. Los proyectiles vinieron desde las últimas filas… y lo único que permitía ver una inmediata ojeada hacia atrás eran varias hileras de rostros sonrientes y de desafiante complicidad.
Vicente y sus amigos se juntaron y mientras aplaudían a Zcuela Crrada, se advirtieron mutuamente de tener cuidado con el agua y los provocadores. Los músicos sobre el entarimado comenzaron con las cuerdas. Edwin cantaba “Loco burdel” y ya brotaban los primeros aullidos de la multitud. El ruido atronador de los parlantes extendía su fuerza y convocatoria, las ventanas de los edificios de la Unidad Vecinal rimense se abrieron y cerraron con la misma celeridad, y abajo entre el público se iniciaba esa simiesca danza punkera que en otros lados llaman pogo o slam, saltos rítmicos que buscan colisionar con los cuerpos vecinos, empujones y manos en alto. El grupo con su sonido sucio y extraño conducido por la enérgica línea rítmica que imponía el vocalista, interpretó tres temas propios que –en términos de impacto- fueron bien recibidos por un público poco habituado a sonidos que nada tenían que ver con lo que la radio difundía.
Con la música, el crecimiento de la euforia y la consiguiente empujadera fue ostensible. Y por supuesto atrajo también a más público que ya salía de sus casas abandonando en la TV un partido de fútbol que expiraba.
Bueno, si algo era evidente es que alguien estaba declarando una guerra. Empero, la música prosiguió.
Raúl pasó la voz y toda la collera avanzó a un costado del tabladillo. Allí aguardaban Edwin y Daniel, ambos señalaron a un par de policías que preguntaban al presentador por la relación de los grupos participantes. El nombre de Guerrilla Urbana parecía preocuparles en especial. Los rocanroleros subterráneos se repartieron la consigna de que si intentaban encanar a alguno de ellos, todos tenían que defender.
Bajó Temporal y subió Tubo de Escape, también rimense. Dos temas de su peculio y otro de la radio. El público seguía llegando y la muchedumbre aumentaba sus gritos conforme crecía. Siendo las diez y pico de la noche en la pista de la avenida ya se reunían más de cinco mil gentes ávidas de rock n’ roll. Una tumultuosa y electrizada marea humana se bambolea al compás de las notas musicales de los conjuntos y las palomilladas de adolescentes que recorrían diversos sectores de la muchedumbre provocando y haciendo chacota.
Ahora el turno le correspondía a Guerrilla Urbana, que la integraban además del mencionado José Eduardo, Ñaja-Ñaja Sícora, el filósofo Pedro K. profesor  universitario (pero) autor de sesudos e importantes artículos sobre los principales protagonistas del rock contemporáneo y dos miembros de Leusemia: el inquieto Guillermo Kimba y Leo Scoria. Esa noche era el debut.



LOS CABALLOS SALVAJES SE DESBOCAN
Empezó Guerrilla con los acordes de una guitarra ultrarrápida y un cantante –gritante más bien con voz de guarapero enfurecido. Interpretaron “Vivo en una ciudad muerta”, “Quiero anarquía” y “Eres una pose” (Solo dices mentiras/ eres la falsedad/ eres una mierda/ eres solo una pose…). El antirritmo del hardcore y las letras filosamente agresivas provocaron que la gente reaccionase en forma inmediata: Saltos, empujones, gritos, manos en alto, globos de agua. Pronto las hembritas se adelantaron y buscaron mejores ubicaciones para participar del chongo desde un sitio más seguro. Codazos, insultos, una banda de malacos llegó desde atrás metiendo patadas y escupiendo a su paso. “Son los que tiraban agua”, reconoció alguien. Eran como ocho o diez que buscaban provocar a los más entusiasmados con la empujadera. Sin embargo pronto fueron repelidos con rudeza por los rocanroleros y otros espectadores pacíficos que no deseaban que un juego tosco, pero juego al fin, degenerase en agresiones a mansalva. Tuvieron que retirarse entre silbidos profiriendo amenazas e insultos. La agitación, en cambio, no decreció: los músicos siguieron haciendo lo suyo.
Luego de Guerrilla subió Fuga e inmediatamente después, lo hizo Flagelo. Dos grupos que sin llegar a convencer del todo, se esmeraron en satisfacer la expectativa, que minuto a minuto se convertirían en llana demanda de fuerza sonora, música veloz y contundente y letras agitativas para poder identificarse y gritar.
La vergüenza la constituyó Opus Rock que interpretó solo temas de la radio, manera de complacer con un mínimo de talento o esfuerzo creativo.
Los malandrines de la última fila continuaron sus líquidos ataques, a los que más de uno contestó lanzando cualquier proyectil al alcance de la mano. La banda de los rocanroleros fustigó a los de Opus Rock hasta que concluyeron su número; pero, por encontrarse adelante, también fue víctima de algún chapuzón: a Susi que acompañaba a los músicos de Guerrilla, le cayó una bolsa pestilente en la cabeza, y Edwin Zcuela casi fue orinado por un ebrio revoltoso.
En medio de toda esa tensión que ascendía, el presentador anunció a Leusemia.
Vicente escuchó la estruendosa algazara que le dio la bienvenida y se preguntó si el grupo que integraban Daniel F, Leo Scoria, Raúl Montañez y Guillermo Kimba no era ya una leyenda en el rock limeño de los ochenta. Daniel agarró el micrófono y alertó a la gente de quiénes estaban usando el nombre de Leusemia para atraer público a los conciertos, pero que al final o les impedían tocar o se “olvidaban” de pasarles la voz. Y algo para los copiones: “Todavía hay piojos que siguen cantando en inglés…” (Entretanto, los malacos de atrás habían vuelto con refuerzos a las primeras filas con el afán de tomarse la revancha de su anterior puesta en fuga. La gente estaba alerta).
Así que ustedes son el público del Rímac –prosiguió Daniel, los más exigentes… cuando es gratis. Ahora pues quiero verlos… ¡patearse la cara!”. 
E inmediatamente largaron un veloz rock n’ roll: Aj rock (N. del transcr.: bautizado después como Rata sucia).  
Tocaban con frenesí, y abajo comenzó la danza salvaje, la empujadera y los primeros intercambios de golpes. 
Cayó más agua y ya se trenzaban a golpes los primeros contendientes. Tacles, puñetes y botellazos. Una mano impactó con fuerza en el rostro de Pedro K., José Eduardo rodaba por el suelo en un intercambio de chalacas con otro grandazo, uno de los malacos se retiraba cogiéndose el ojo.
Leusemia terminó el turno y sus miembros bajaron rápidamente por si la mancha necesitaba ayuda. Felizmente ya la cosa había menguado. De todos modos, no se separaron pues por ahí seguían las provocaciones de algunos picapleitos ebrios y de rato en rato venían “olas” que empujaban a la gente de atrás para adelante.
Sobre la tarima estaba ahora el grupo Delpueblo que equivocadamente interpretó parodias de Miguel Ríos y los Beatles. Error, ya que el clima exigía otro tipo de temas que a ellos indudablemente no le faltaban, y no chacota para intelectuales. Concluyeron su número sin pena ni gloria.
Mientras tanto, Leo se trenzó con uno y luego con otro que lo estaban provocando. Intervino también Daniel, quien tuvo que retirarse con una profunda herida en la ceja. Narcosis comenzó a tocar “Sucio policía”.
Y a la mitad de la canción, el audio se corta y se oyen balazos en el aire. Los policías recién despertaban y habían decidido defender su honor. En el escenario forcejean con los músicos para arrestarlos, pero intervienen los organizadores y Wicho, Fercho, Pelo Parado –NARCOSIS– logran huir. Kilowatt sube y mientras se inicia una desbandada general agarra el micrófono y vitupera el abuso policial. Todos corren en diferentes direcciones y ya casi no hay nadie cuando llega el jeep de la comisaría. Todos han escapado. Kilowatt se esfuma y la policía, al ver su fracaso, se llevó en represalia a uno de los organizadores.


FUENTE: Malca, Óscar. Rock en río Rímac: Como caballos salvajes sobre el asfalto. En: VSD, suplemento de La República. 26 de abril de 1985, pp. 4-5.

LA NAVE DE LOS PRÓFUGOS (VSD, 1986)




La nave de los prófugos
Reducto subterráneo en el centro de Lima



¿Cómo te llamas? –Le preguntamos al muchacho de gorra gris.
-Paco “al cubo”- nos contesta riéndose. No, aguanta flaco, no apuntes eso –se inquieta-. Espérate, deja pensar. Mira a mí me dicen “Paco de a luca”.
-¿“Paco de a luca”? repetimos, tratando de entender
-‘Ta que estás en la calle compadre. ¿No sabes lo que es un “paco”?
Nos mira con un aire de superioridad y nos explica que un “paco” es “un paquete de la buena” (o sea, un paquetito con pasta pe, no te hagas…) y una “luca” es mil soles. Paco, -así nomás, solito- es dueño de la mesa, los casetes, libros, el paraguas y la bandera negra que todos los días a las cinco en punto de la tarde aparece frente a la escalinata de la universidad Villarreal.
Él la llama “La nave de los prófugos”.
Alrededor de esta “nave” equidistante –por extraña metáfora- de prostitutas y sindicalistas que ocupan puntos opuestos de la avenida Colmena, se reúne casi todos los días un peculiar conglomerado de grupos musicales: Son –según define una de sus integrantes- los menos comerciales y complacientes (no se complacen ni ellos mismos), los más “misios”, los más crudos, los más realistas, los que peor sueñan, los más malos, más feos, los más marginados, -en fin-, los que nadie quiere.

Se hacen llamar grupos “subterráneos” y su onda es el “deschave, o sea tocar lo que a uno le dé la gana, manyas flaco”, dice uno de los patas, ojos vivaces, zapatillas mugrosas y pelo extrañamente recortado.
¿Cómo aparecieron los “subterráneos”? le preguntamos a nuestro amigo “Paco al cubo”.
No se sabe, surgieron de un momento a otro, hace más o menos dos años. Brotaron, funnnn como la yerba mala. Sin jefe, sin clichés, sin partidos, sin poses…

¿Sin poses?, lo interrumpimos. ¿Y la onda punk inglesa, las casacas negras, los pelos parados?
Paco vacila por un momento y mira hacia su “nave”. Allí algunos muchachos observan los casetes y hojean los libros. En ese momento uno de los últimos vientos otoñales hace flamear la bandera negra. En ella, cual escudo, hay dibujada una calavera. Paco toma aire y responde.
- Hay de todo, mano. Ser puro en esta vida es cagón. Los comunistas tienen su hoz y su martillo, que es un símbolo ruso; los apristas tienen su marsellesa, que es un himno francés. ¿Quién mierda es puro aquí? –pregunta suavemente-.
Aquí no hay punk. Las casacas negras, los pelos parados, esas son huevadas.

Muchos de los jóvenes subterráneos con los que conversamos no conocen la historia de su movimiento. Un jovencito huesudo, de ojos hundidos, nos miró con desaliento cuando le preguntamos sobre “Kloaka”. “Yo de esas cosas no sé nada”, nos dijo. Están hambrientos de presente.
“Kola rock”, la vanguardia musical del movimiento Kloaka, fue el primer grupo que podría considerarse subterráneo. Antes, solo se copiaba y cantaba en inglés. De esta generación son Pax, Chachi Luján, Frágil, Hielo, La Pandilla y Dr. No. El conocido grupo Delpueblo que luego se partiría (Del pueblo y Del pueblo del barrio) también aparece por aquella época: ellos inician el folk-rock en castellano. Era finales de 1982.
“Kloaka, más que un grupo homogéneo era un movimiento en el cual convergían poetas, músicos y pintores de diversas tendencias –decía un periodista por aquella época- tenían en común su juventud, una vaga rebeldía contra el sistema y una búsqueda de la soñada coherencia”.
Estas son las raíces de lo subterráneo. Los poemas directos de la época de Kloaka. “Poema dedicado a las trabajadoras de la cooperativa de servicios ‘Mi jardín’ (‘El botecito’): No hay clientes, la noche está floja, tantos rostros, mil quinientos soles… qué floja está la noche”, recitaba una poetisa maldita de entonces.

- “Es que había una necesidad de autenticidad. Ser subterráneo era hacer lo que chucha te daba la gana. No había que leer un culo, no ser buena persona. Solo había que matar lo que te jodía”, confiesa Paco.

- Y “¿qué es lo que te jodía?” le preguntamos.
Que uno conforme pasa el tiempo se vuelve insensible. Preocupado más por lo suyo que por los demás. Que conforme pasa el tiempo disminuye la capacidad que tenemos de crear, de ser uno mismo, ya sea por el sistema, la escuela o familia.

En 1983-1984 aparecerán Leusemia y Narcosis, los pioneros. Tocaban un rock ruidoso y duro. Luego vendrán Zcuela Crrada y Autopsia. Luego Sociedad de Mierda, Excomulgados, Flema, Seres Van, Los Bestias y muchos otros.

- ¿Ustedes se drogan?, le preguntamos a Paco.
- Nosotros no somos niños santos, somos recontra pendejos. En una oportunidad asistimos a una feria del libro encorbatados. Aquella vez hasta nos dieron un diploma por tener el stand más loco.

¿Pero se drogan o no?
Mira flaco, yo te puedo decir que he visto a casi todos los subterráneos recontra borrachos, pero drogados casi nunca.

En el movimiento subterráneo hay mucha gente. Entre ellos podemos encontrar pintores de Bellas Artes, escenógrafos del programa de arquitectura de la universidad Ricardo Palma, antiperiodistas, como se llaman a sí mismos los que escriben en publicaciones caligrafiadas que se fotocopian y venden en la “nave”, y varios poetas.

- Pero ahora los subterráneos se están yendo a la mierda, sentencia “Paco de a luca”. Lo mismo dice Iván del grupo Flema, un “subterráneo triste”. “Esto se está acabando, solo están quedando los entusiastas. Los demás se están yendo a hacer sus cosas, su música, sus sueños”.

Tenemos una última curiosidad y preguntamos.

-Paco, ¿por qué tu puesto se llama “La nave de los prófugos”?
Paco nos mira y entrecierra los ojos.
- Es por aquel poema de Luis Hernández que dice: “A todos los prófugos del mundo, a todas las cervezas junto al mar, a todos los que tiemblan al ver a un guardia… A los que a pesar de su verdad creen o aman”.

Por eso le pusimos “La nave de los prófugos”, dice Paco, porque nosotros también somos prófugos… prófugos de la vida.




Fuente:
Chávez-Toro, Carlos. La nave de los prófugos: Reducto subterráneo en el centro de Lima. En: VSD. 5 de diciembre de 1986, pp. 14-15.