MARÍA T-TA
Archivo de La República
El etnomusicólogo Julio Mendívil desempeñó el oficio de crítico musical en el suplemento dominical "Alta Voz" del desaparecido diario La Voz en el periodo de 1987-1988. Estos artículos, así como los publicados en otros medios escritos, fueron recopilados en el libro "Todas las voces: artículos sobre música popular" (Biblioteca Nacional del Perú, 2001). Investigador de las músicas creadas e interpretadas en el Perú, Mendívil reúne lo que considera las voces musicales que se difunden en las ciudades andinas o en la capital. A estas las llama música popular, entendida como "opuesta a la música que se produce, baila y canta en los circuitos de la sociedad y que goza siempre del favor de la oficialidad".
El primer artículo está dedicado a María Teta. Es una crítica al personaje, su desenvolvimiento en escena y rollo discursivo.
MARÍA TETA:
Arrimándose de refilón al canto social
El canto social, la protesta, siempre ha estado presente en el cancionero popular peruano como fiel testimonio de un pueblo como el nuestro que conoce tan de cerca el sufrimiento. ¿Acaso el indio no cantó, junto con sus amores y la grandeza del paisaje que lo rodeaba, las injusticias y opresiones a que fue sometido? ¿No son los patrones y autoridades en los Carnavales o en las canciones festivas motivo de burla y sátira? Y cuando nació el proletariado limeño, ¿no cantó contra la deshumanización con que amenazaba la industrialización del país? Sin embargo, no fue sino hasta la década del 60, con el reconocimiento internacional del Movimiento de la Nueva Canción, que los temas de carácter social fueron promovidos por la industria discográfica, abriendo un nuevo mercado, dirigido esencialmente a las clases medias intelectualizadas o a los universitarios, en quienes calaron hondamente Daniel Viglietti, Violeta Parra, Víctor Jara y la experiencia cubana.
Este
movimiento que encontró acogida en los primeros años del gobierno militar,
impulsó, en lo literario, un lenguaje radical propio de su público
(intelectuales de izquierda) y una ambigüedad en cuanto a los estilos
musicales. Sus integrantes, lejos de recoger las formas tradicionales de la
canción popular, en las que como hemos dicho, el carácter social siempre estuvo
presente, se embarcaron en híbridos musicales que los aislaron del gusto masivo
hasta arrinconarlos en los pubs de
una izquierda elitista e intelectualoide. A la vuelta de la esquina géneros
como la Chicha y la música andina, donde lo contestatario y lo reivindicativo
tienen un lugar importante, tejían sus cosas.
La
Chicha, convertida en “la voz de los sin voz”, “el canto de los marginales”, y
los Huaynos y Carnavales que originó la violencia en Ayacucho, revivieron el
prestigio de la canción protesta, esta vez con formas ampliamente populares y
masivas, incluso en géneros como el Rock. Así parecen demostrarlo los actuales
rockeros, aunque los resultados no difieran mucho de los de la Nueva Canción,
salvo honrosas excepciones.
En
general, el Rock en el Perú no ha tenido una estrecha unión con los movimientos
sociales, por diversos motivos que no viene al caso tratar aquí, y su lenguaje
agresivo contra el sistema apenas data de la aparición del Rock subterráneo y
del conocido Miki González, lo que no niega anteriores intentos diluidos por el
tiempo o el olvido.
Patricia
Roncal, María Teta, no conoció el paisaje ni la injusticia que vivió el pueblo
andino; tampoco participó en las jornadas de lucha que nos devolvieran esta
débil democracia; conoció, en cambio, el Perú desde su barrio limeño de Lince y
a sus 21 años lidera el grupo “Empujón Brutal”, que se jacta, entre otras
cosas, de sus textos de fuerte contenido social. Si bien sus habituales
acompañantes son los subterráneos, María Teta no ha pasado de ser entre ellos
una intrusa, una arrimada. Por su parte, ella se vacila, no quiere someterse a
esquemas ni censuras, aborrece las directivas –como declaró a un diario local-,
y joder es lo más libre que puede hacer, al menos, hasta que venga la dictadura
(sic).
En
sus canciones constantemente, aparecen empleadas domésticas, feministas,
militares fascistas, desaparecidos, presos políticos, pitucos y hasta
izquierdistas entre gritos estridentes y tabúes sexuales hechos añicos, apenas
entendibles, junto a la descomunal bulla que despiden los amplificadores. María
Teta parece haber logrado la fórmula perfecta para atraer público (violencia, política
y sexo), sólo comparable a las primeras planas de Extra o El popular.
Lo
social está presente en las canciones de María Teta, pero no son su indignación
sino tan sólo su amor al escándalo. Por eso, su supuesta agresividad contra los
“pitucos” no es más que una ridiculización de la vida de éstos. Quiere
golpearlos, pero apenas les hace cosquillas. Aún resuenen en mis oídos las
risas con que los agredidos festejaban sus supuestos insultos, cuando la
rockera lanzaba amenazante su “Pituchafa” (mezcla de pituca y guachafa) o su
“Se necesita muchucha”, uno de los más denigrantes manifiestos de la
mediocridad limeña racista en el que la doméstica oscila entre el amor al niño
Raúl o a su primo Demetrio, con el esquemático final del cholo senderista.
Como espectáculo, María Teta es pobre:
Su voz apenas puede similar a la de Nina Hagen, a quien pretende imitar
descaradamente. Sus movimientos ¿teatrales? aún son torpes y no alcanzan a
cubrir el escenario ni a ocultar el bajo nivel técnico de sus músicos
acompañantes que utilizan la fachada de la no-música para justificar su
desconocimiento musical.
En
fin, sólo un juego juvenil condimentado con un poco de anarquía que, al final
de cuentas, no se compromete con nada ni con nadie, pero resulta tan útil para
subirse, siquiera un momento, al carro de la canción social, tan de moda en
estos días.
Felizmente
la canción social sobrevive en la música andina y aun en la Chicha, al menos,
en formas más dignas y menos oportunistas. ¿Encontrará María Teta, alguna vez,
ese camino?
Publicado en
Alta Voz, suplemento dominical del diario La Voz.
Año 1 – Nº 40. Lima, 14 de junio
de 1987.
Recopilado en
Mendívil, Julio (2001). Todas las voces: artículos sobre música popular (pp. 15-16). Lima: Biblioteca Nacional del Perú.
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