24 de mayo de 2017

MARÍA TETA: Arrimándose de refilón al canto social (1987)


MARÍA T-TA
Archivo de La República 

El etnomusicólogo Julio Mendívil desempeñó el oficio de crítico musical en el suplemento dominical "Alta Voz" del desaparecido diario La Voz en el periodo de 1987-1988. Estos artículos, así como los publicados en otros medios escritos, fueron recopilados en el libro "Todas las voces: artículos sobre música popular" (Biblioteca Nacional del Perú, 2001). Investigador de las músicas creadas e interpretadas en el Perú, Mendívil reúne lo que considera las voces musicales que se difunden en las ciudades andinas o en la capital. A estas las llama música popular, entendida como "opuesta a la música que se produce, baila y canta en los circuitos de la sociedad y que goza siempre del favor de la oficialidad". 
El primer artículo está dedicado a María Teta. Es una crítica al personaje, su desenvolvimiento en escena y rollo discursivo.


MARÍA TETA:

Arrimándose de refilón al canto social




        El canto social, la protesta, siempre ha estado presente en el cancionero popular peruano como fiel testimonio de un pueblo como el nuestro que conoce tan de cerca el sufrimiento. ¿Acaso el indio no cantó, junto con sus amores y la grandeza del paisaje que lo rodeaba, las injusticias y opresiones a que fue sometido? ¿No son los patrones y autoridades en los Carnavales o en las canciones festivas motivo de burla y sátira? Y cuando nació el proletariado limeño, ¿no cantó contra la deshumanización con que amenazaba la industrialización del país? Sin embargo, no fue sino hasta la década del 60, con el reconocimiento internacional del Movimiento de la Nueva Canción, que los temas de carácter social fueron promovidos por la industria discográfica, abriendo un nuevo mercado, dirigido esencialmente a las clases medias intelectualizadas o a los universitarios, en quienes calaron hondamente Daniel Viglietti, Violeta Parra, Víctor Jara y la experiencia cubana.
Este movimiento que encontró acogida en los primeros años del gobierno militar, impulsó, en lo literario, un lenguaje radical propio de su público (intelectuales de izquierda) y una ambigüedad en cuanto a los estilos musicales. Sus integrantes, lejos de recoger las formas tradicionales de la canción popular, en las que como hemos dicho, el carácter social siempre estuvo presente, se embarcaron en híbridos musicales que los aislaron del gusto masivo hasta arrinconarlos en los pubs de una izquierda elitista e intelectualoide. A la vuelta de la esquina géneros como la Chicha y la música andina, donde lo contestatario y lo reivindicativo tienen un lugar importante, tejían sus cosas.
La Chicha, convertida en “la voz de los sin voz”, “el canto de los marginales”, y los Huaynos y Carnavales que originó la violencia en Ayacucho, revivieron el prestigio de la canción protesta, esta vez con formas ampliamente populares y masivas, incluso en géneros como el Rock. Así parecen demostrarlo los actuales rockeros, aunque los resultados no difieran mucho de los de la Nueva Canción, salvo honrosas excepciones.
En general, el Rock en el Perú no ha tenido una estrecha unión con los movimientos sociales, por diversos motivos que no viene al caso tratar aquí, y su lenguaje agresivo contra el sistema apenas data de la aparición del Rock subterráneo y del conocido Miki González, lo que no niega anteriores intentos diluidos por el tiempo o el olvido.

Patricia Roncal, María Teta, no conoció el paisaje ni la injusticia que vivió el pueblo andino; tampoco participó en las jornadas de lucha que nos devolvieran esta débil democracia; conoció, en cambio, el Perú desde su barrio limeño de Lince y a sus 21 años lidera el grupo “Empujón Brutal”, que se jacta, entre otras cosas, de sus textos de fuerte contenido social. Si bien sus habituales acompañantes son los subterráneos, María Teta no ha pasado de ser entre ellos una intrusa, una arrimada. Por su parte, ella se vacila, no quiere someterse a esquemas ni censuras, aborrece las directivas –como declaró a un diario local-, y joder es lo más libre que puede hacer, al menos, hasta que venga la dictadura (sic).
En sus canciones constantemente, aparecen empleadas domésticas, feministas, militares fascistas, desaparecidos, presos políticos, pitucos y hasta izquierdistas entre gritos estridentes y tabúes sexuales hechos añicos, apenas entendibles, junto a la descomunal bulla que despiden los amplificadores. María Teta parece haber logrado la fórmula perfecta para atraer público (violencia, política y sexo), sólo comparable a las primeras planas de Extra o El popular.
Lo social está presente en las canciones de María Teta, pero no son su indignación sino tan sólo su amor al escándalo. Por eso, su supuesta agresividad contra los “pitucos” no es más que una ridiculización de la vida de éstos. Quiere golpearlos, pero apenas les hace cosquillas. Aún resuenen en mis oídos las risas con que los agredidos festejaban sus supuestos insultos, cuando la rockera lanzaba amenazante su “Pituchafa” (mezcla de pituca y guachafa) o su “Se necesita muchucha”, uno de los más denigrantes manifiestos de la mediocridad limeña racista en el que la doméstica oscila entre el amor al niño Raúl o a su primo Demetrio, con el esquemático final del cholo senderista.
         Como espectáculo, María Teta es pobre: Su voz apenas puede similar a la de Nina Hagen, a quien pretende imitar descaradamente. Sus movimientos ¿teatrales? aún son torpes y no alcanzan a cubrir el escenario ni a ocultar el bajo nivel técnico de sus músicos acompañantes que utilizan la fachada de la no-música para justificar su desconocimiento musical.
En fin, sólo un juego juvenil condimentado con un poco de anarquía que, al final de cuentas, no se compromete con nada ni con nadie, pero resulta tan útil para subirse, siquiera un momento, al carro de la canción social, tan de moda en estos días.
Felizmente la canción social sobrevive en la música andina y aun en la Chicha, al menos, en formas más dignas y menos oportunistas. ¿Encontrará María Teta, alguna vez, ese camino?

Publicado en Alta Voz, suplemento dominical del diario La Voz
Año 1 – Nº 40. Lima, 14 de junio de 1987.


Recopilado en
Mendívil, Julio (2001). Todas las voces: artículos sobre música popular (pp. 15-16)Lima: Biblioteca Nacional del Perú.

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