23 de febrero de 2014

LAS HONDURAS DEL ROCK SUBTERRÁNEO (La República, 1986)





Presentamos la crónica del periodista Gonzalo Rojas tras asistir a un concierto subterráneo en el Circo Dumbar de la Plaza Grau, en 1986.  Su visión de los hechos enfatiza detalles frívolos en cuanto a las actitudes de los asistentes como su manera de vestir y peinar, sus ademanes, en fin, todo lo que hace suponer que es el espacio donde prevalecen las apariencias que justifican una rebeldía juvenil de algunas horas. Su crítica hacia quienes considera unos anarcos de papel se argumenta, recurriendo en varias ocasiones a la ironía, en conversaciones con un público variopinto que no sabe qué hace ahí la primera vocal en tamaño gigante o qué representa. Reduce el contenido de las letras de los grupos a gritos adolescentes para cambiar el sistema, la temática de las canciones trata sobre grandes problemas que afectan a la sociedad y no es exclusivo a un sector (¿Tenemos acaso necesidad de inventar ghettos, para uso juvenil?). 
Dentro de todo eso rescata la intención de algunas bandas de hacer llegar su propuesta a un público mayor, de su preocupación por el lado musical de sus temas, llámese calidad en las grabaciones, y de trascender aquel circuito cerrado que a su entender limita las posibilidades de desarrollo. De esta crónica se desprenden algunas interrogantes tomando la posición del periodista, polémica por cierto, como en qué se sustenta el llamado rock subterráneo. Su conclusión contempla la actitud del público como parte de una experiencia adolescente de búsqueda y evasión. Bueno, pues, ¿qué esperaba de un concierto subte?






Archivo hemerográfico de Antena Horrísona


Las honduras del rock subterráneo

Los payasos, monos y fieras del Circo Dumbar en la Plaza Grau han sido arrumados por esta noche para dar paso a una fauna menos tradicional. El rock subterráneo ataca de nuevo. Se supone que “el sistema” debe temblar en sus cimientos pues esta horda de peligrosos adolescentes no cree en nada. Largos abrigos negros, elaboradas creaciones arquitectónicas en el sufrido cuero cabelludo, gritos destemplados, muñequeras, aretes, empellones, códigos secretos de reconocimiento… un apocalipsis que, visto de cerca, se esfuma como fuegos de artificio. No es más que un desahogo ocasional o, en el peor de los casos, un intento por exorcizar esa otra violencia, real y circundante.

Lo que pasa es que tú eres un convencido y los convencidos nunca podrán entender esto. La chica punka, toda una Cindy Lauper nativa (como que le dicen Cindy López) nos mira levantando apenas sus largas pestañas postizas, compadeciéndonos infinitamente, convencida de tener la razón. Su cráneo ofrece el aspecto de un campo de batalla, como si varios peluqueros hubieran trabajado allí, sin llegar a ponerse de acuerdo. El producto final tiene un poco de todo: mechones de diversos colores, zonas donde se despliegan las púas engominadas, partes rapadas, y un solitario ricito que desciende por la frente y acaba retorciéndose sobre la mitad de la nariz. Ella nota nuestra mirada curiosa  y argumenta:
-  Yo no me corto el cabello así por moda o por snobismo, me gusta cómo me queda y punto.
Se suman a nuestra charla dos jóvenes bastante subterráneos ellos, casacas negras, camisas chorreadas, bien a lo Bowie.
Finalmente se integra un chiquillo maquillado, cabello corto, saco y corbata a la moda de los años 50, es un new romantic y por lo tanto se siente obligado a esbozar una perenne sonrisa melancólica. Se discute sobre los Deat Kennedy (sic) y Sex Pistols, en un clima de video clip parodiado. Estamos en el sector clase media alta- burguesía acomodada del concierto. Pobres chicos, sus padres no los entienden:
-  El puta (se refiere a su papá) dice que esta es música para locos… lo indignante del caso es que el mencionado puta tiene el increíble mal gusto de escuchar The Beatles y antigüedades por el estilo. La discusión asume ribetes especializados y nos acercamos al escenario con la sensación de que en ciertos sectores sociales, cinco o diez años de diferencia de edad, son suficientes para establecer verdaderos precipicios generacionales.


ANARCOS DE PAPEL
Bajo la advocación de un enorme monigote fabricado con materiales de desecho (palos, latas, trapos) creación exclusiva del señor Herbert Rodríguez – enemigo público número uno de la pintura -, y ante una gran A de anarquía, los Feudales prueban micrófonos y guitarras. En todo caso el público, los “anarcos”, resultan ser en su mayoría gente pacífica.  No se nota mucho entusiasmo. Llegan en pequeños grupos de todos los barrios limeños, se instalarán alejados de las graderías, aplaudirán lo menos posible, algunos prenderán su tronchito, otros conversarán toda la noche bebiendo cerveza a pico, y una que otra parejita aprovechará la oscuridad para ensayar un aluroso agarre. Cuando el cantante del grupo Descontrol emite un gemido de animal degollado, los chicos al pie del estrado inician el ritual de saltitos, empellones, carreras, patadas y cabezazos. Los protagonistas de tan estilizada danza son, por un lado, cachorros lumpen-burgueses de casaca europea, junto a chicos del Callao y La Victoria, revueltos en democrática trifulca.
Probablemente este es el único modo posible de bailar el hardcore descontrolado: guitarras eléctricas que distorsionan al máximo, una batería de extraordinaria agresividad y un “cantante” que no canta, da alaridos. Apenas se les entiende.
Menciona la licencia para matar que tienen ellos porque tienen el poder o algo así. Un descuido basta para que (los periodistas del suplemento) VSD reciban su buen empujón, la canción (mejor dicho el ruido) termina mientras nos levantamos. Un bailarín, 15 o 16 años, nos ayuda y sin que nadie le pregunte explica que él y sus patas se han “zampado”: sobornando al guardián, luego se nos unen los susodichos patas y tras los topetazos de rigor – se saludan como alces en celo – entablamos un breve diálogo. Son escolares del Llauca, no saben qué significa la palabra anarquía. ¿Y tú de dónde eres chochera? Nuestra respuesta cae en el vacío porque ha empezado una nueva canción y los hiperestésicos reinician la coreografía. Nos vemos loco.



DESDE LA KLOAKA
A estas alturas un poco de historia puede ayudarnos. Lo que hoy se conoce como rock subterráneo surge en los alrededores del Movimiento Kloaka, en 1981, con Kola Rock, Del Pueblo, Descartables y más tarde Leusemia, Narcosis hasta llegar a los treinta o cuarenta grupos  y a las diversas vertientes que según los expertos, coexisten hoy. Kloaka se divide a poco de ser fundada y los pocos poetas o pintores de talento toman distancia. Tras lanzar insultos soeces contra Martín Adán o Toño Cisneros, y componer intragables odas al “Loco Vicharra”, el señor Roger Santibáñez , principal animador del Movimiento, decide dejar de lado la escatológica revolución de los desagües y se convierte en reportero estrella de la revista OIGA. Es en estas aromáticas fuentes, y en el punk europeo, que se inspira la rama hardcore del rock. No hay necesidad de aprender a tocar guitarra, no es necesario cantar, hay que aporrear malamente los instrumentos y gritar, desahogarse, sucio policía, sociedad de mierda, muerte y destrucción. Tal vez debiéramos preguntarnos en qué clase de sociedad vivimos que un mensaje como ese puede ganar adeptos y provocar encendidas polémicas sobre sus “valores artísticos”. Lo que en sociedades industrializadas aparece como respuesta disparatada (aunque finalmente inocua) a realidades deshumanizantes y consumistas, se convierte entre nosotros, en una burda caricatura tardía y grotesca. La pobreza borra las barreras generacionales, amarga precozmente la niñez y adolescencia. ¿Tenemos acaso necesidad de inventar ghettos para uso juvenil?



A VOMITAR, A VOMITAR
Alguien me alcanza el último número de Vomitando, publicación recontra subterránea en la mejor tradición Kloaka. Un estudiante de sociología de la Católica me pregunta si le puedo explicar cuáles son los planteamientos y fundamentos ideológicos del rock Underground porque le han encargado un estudio en la universidad y no entiende nada, le entrego el vómito en cuestión y al inspeccionar las graderías descubro algo insólito: ¡dos personas normales! Marido y mujer bien abrazados, medio asustados, casaca y pantalón él, de vestido ella.
-“Soy obrero en una fábrica de vidrio en La Campiña”, tras vencer su natural desconfianza el representante del proletariado, afiliado a la CGTP y todo, explica que vio los afiches y creyó que era algo así como lo de Miguel Ríos ¿no?... esto es una estafa… yo quisiera que alguien me explique qué es esto…no, no le encuentro nada de bueno.
Estoy a punto de decirle que si quiere una explicación se compre el último número de El zorro de abajo donde Óscar Malca (a. Sigfrido Letal) demuestra palmariamente que nadie en el Perú, salvo el propio Óscar Malca, sabe de rock y que si vivimos inmersos en el ruido y la violencia entonces la música, el arte, deben ser ruido y violencia, eso, un largo y prolongado escupitajo  al rostro del sistema y… pero prefiero, ya que el compañero Enrique – así nos dijo que se llamaba – parece buena persona, no complicarle más la historia.



ERUPTO PROGRESISTA
-Ya, tú dices anarquía y después ¿de dónde comes?
Nacho, cantante hardcore, sorprendente lucidez a los quince años, no cree en la anarquía, rescata el elemento igualitario, libertario del rock  subterráneo: aquí todos somos iguales, no hay jefes, cada cual dice lo que quiere.
-Félix Torrealva, bajista del grupo Erupto Maldonado (a pesar del nombre hacen un rock más elaborado, sin dejar de ser agresivos) afirma que la mayor parte de los músicos no sabe de dónde salió la enorme A que está detrás, que ellos tocan aquí porque no tiene otro sitio para hacerlo, les faltan recursos, amplificadores, instrumentos.
En las declaraciones que vamos recogiendo, y en las presentaciones que siguen, van despejándose algunas dudas. La onda hardcore resuena más, pero va perdiendo vigencia. Los músicos hablan de perfeccionarse, acceder a un público mayor, sacar discos, escapar al circuito endogámico-alternativo-clandestino que al final no sirve para nada.
Allí están las canciones de Voz Propia, de Argot, los ensayos de Del Pueblo, el propio Miki González, Excomulgados, y Flema; sarcasmo social, creatividad, denuncia, humor, descontento, pero con menos poses y bravuconadas.
Los chicos de Voz Propia no miran al público, tocan reconcentrados, la cadencia es más pausada, y mientras el estudiante de sociología nos persigue hablando del fenómeno social, un chiquillo, no más de quince años, con aires de quien ha pasado por todo, expresión torturada y de hastío indecible, pasa junto a nosotros. Murmura una grosería, se tambalea un tanto, cae sobre una silla y procede a beber prolíficamente. Hermano menor de Pepe del Salto, encarna el intoxicado extremo de una actitud que en la mayor parte de los asistentes a este concierto tiene, más bien, un signo de candoroso desencanto, de búsqueda, de rebeldía juvenil y todo eso. Pero son cuatro gatos, colleras de esquina, minoritarios frente al rock comercial o a una chicha cada vez menos marginal.
Pero ahora resulta difícil pensar. Zcuela Crrada amenaza con destruir y destrozar, si no el pútrido sistema, por lo menos la integridad auditiva de sus adeptos.
Y, en nosotros, solo logra desencadenar un dolor de cabeza feroz. Al salir, descubrimos que, en ocasiones, el centro de Lima puede ser extraordinariamente calmo y acogedor.


Fuente: Rojas, Gonzalo. Las honduras del  rock subterráneo. En: VSD (19 de setiembre de 1986), pp. 2-4.

2 comentarios :

  1. Estimadx.

    Gracias a tu blog he logrado conocer nuevas bandas y oir material que buscaba hace muchísimo, y que de seguro sin internet no habría encontrado jamás. Además el material escrito, tus reseñas como los extractos de fanzines, son invaluables. Gran trabajo acá!!

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    1. Gracias por tus palabras y por el esfuerzo de publicar material en tu blog Crucified for your sins, aquí seguiremos difundiendo lo que pasó en esos años de mucho rock. ¡ Saludos desde Lima!

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