Un domingo como hoy, hace 34 años, el municipio del Rímac organizó un concierto en plena calle llamado ROCK EN RÍO RÍMAC que el tiempo y las historias creadas por el público que la vivió le dio el caracter de mito urbano, alimentado por la represiva forma en que acabó. Ese fue el colofón de la gradual agitación que concitó en el público de esos lares y demás visitantes la música estridente de los rockeros subterráneos.
A la ya conocida crónica escrita por Óscar Malca
meses después en La República, presentamos la escrita por Pedro Cornejo (usando el seudónimo de Pedro Solano), publicada en el
segundo número del fanzine ALTERNATIVA. Ese
día fue el debut de su grupo Guerrilla Urbana.
ROCK
EN RÍO RÍMAC
En primer plano Leo Escoria, bajista de los grupos Guerrilla Urbana y Leusemia
Fotografía: Renee Vargas
Rímac, 17 de febrero
– ¿Aló, cuñau? Hola, oye, mañana hay
concierto en el Rímac.
– ¿Cómo es?
– Va a haber de todo, pero han invitado a Leusemia y Kola
Rock y la huevada es que en el espacio de ellos toquen también Zcuela
Cerrada, Guerrilla Urbana y Narcosis.
– Buena voz, y ¿a qué hora es la huevada?
– Hay que estar ahí a eso de las siete de
la noche, pero la nota es encontrarnos con la gente en el Orrantia, ir juntos a
casa de Montañez y de ahí salir para el concierto.
– Ya. Nos encontramos entonces a las
cinco y media en el Orrantia.
– Sale. Nos vemos ahí.
….
Cine Orrantia. Cinco y
cuarto. Llegó Pedro, Susi y José. En la puerta del cine: Cachorro, Pelo Parado,
Silvio, Wicho, Leo, un pata de Silvio. “¿Falta alguien?”. “No, ya estamos
todos. Vamos, hay que tomar el Naranjal”. Hace sol y recordamos que estamos en
carnavales. Pensamos: uy, la cagada, el Rímac debe ser una mojadera de los
cojones. Ahí viene el micro. Trepamos. Nos apoderamos del centro del micro.
Conversaciones. Rememorando el concierto del viernes en el No Helden. De
repente el primer globo nos recuerda el carnaval. Sin novedad. Una ventana está
rota. Otra no existe. Puerta abierta para el agua. Nos acercamos a lima. Puente
Santa Rosa. Rímac. Una mancha de gente al borde de la pista en actitud de
ansiosa espera. Inminente chaparrón. Viene. Todos mojados. Otro baldazo. José y
Susi totalmente mojados. Francisco Pizarro. Bajamos a tropezones. Ya abajo: “vamos
a casa de Montañez”. “¿Estás huevón? Mira las calles, están llenas de gente con
baldes”. Y con pintura. “Vamos de frente al concierto y ahí esperamos”. De
frente por Tarapacá. Allá vamos. Globos que, espaciadamente, siguen cayendo.
Llegamos.
En el estrado levantado en plena calle ya están los equipos e
instrumentos. Solo falta la batería. Por ahí vemos al compadre que le pasó la
voz a Daniel y a Kilowatt. Leo le propone par que toquen Zcuela, Guerrilla
y Narcosis. El pata se niega rotundamente. La cagada. Cachorro lega con
cuatro chelas. Empezamos a chupar al pie del estrado. Siete de la noche. “¿Qué
hacemos? ¿Nos quitamos o esperamos?”
“Hay que esperar que
llegue Montañez para que hable con el pata”. Tensa espera apaciguada por el
frescor de la cerveza. Llegan Daniel, Kimba, Edwin y otros patas. Les contamos.
“Ni cagando”. Nuevas conversaciones con el mismo resultado. Llega Montañez. Y
llegan también oleadas de gente. Cientos y cientos de rimenses empiezan a
apoderarse de la doble vía. Ocho de la noche. No llegan los grupos que debían
iniciar el concierto. Ya está ahí la batería. Y el público sigue
incrementándose. Medio millar, un millar. Las circunstancias obligan: el mismo
pata que se había negado pide los nombres de nuestros grupos. “Ya, que arranque
Zcuela Cerrada”. Buena voz. Edwin y compañía suben al escenario. Acomodan el
sonido. Parece que comienza.
El
anunciador indica: ROCK EN RÍO RÍMAC. Risas. “Con ustedes, Zcuela Cerrada”. Nos
arremolinamos a un costado de la pista, muy cerca del escenario. El sonido duro
y directo de la banda llena el ambiente ya nocturno. “Ansias de loco burdel ¿qué se
desata?... Mierda que asoma su hez, ¿a quién desangran? ¿Así lo tengo todo que
hacer? ¿Así lo tengo todo que hacer?” (Loco burdel). La voz de
Edwin, potente y densa, hace sentir la desesperación inherente a esa pregunta
que nos hacemos todos.
La respuesta del
público no se hace esperar. Iniciamos un pogo –baile a empujones– que sorprende
al público ahí presente. No falta un viejo al que le molesta esa vibración.
Pide explicaciones. Nadie se las da. Zcuela sigue tocando: Conoces lo que te
gusta y En medio de todo. El público, desacostumbrado a este tipo de
música excesivamente cruda, queda perplejo. Pero la música los ha tocado y la
vibración en cualquier momento puede desatarse.
Después de Zcuela suben otras bandas cuyo nombre no recuerdo,
probablemente por la indiferencia de su música. Los tragos corren de un lado
para otro sin parar. Alguien dice: “GUERRILLA URBANA toca cuarto”. Pedro, José,
Leo y Kimba se aproximan al escenario. Ensayos previos en silencio. Debut.
Algunos nervios en José y Pedro. Los organizadores anuncian: “No
hay connotación política alguna en este grupo”. La policía ya está ahí.
El público espera. La banda sube. Nuevamente nos arremolinamos. Comienza la
música. Tremendamente fuerte y agresiva, y rápida, muy rápida. Leo y Kimba
marcan la base rítmica. La guitarra arremete con una violencia que no cesa. Y
la voz ronca del vocalista que vocifera: “Tú solo dices mentiras, eres la falsedad,
eres una mierda, yo solo quiero verdad. Eres solo una pose” (Eres
una pose). La música y la letra, muy simple y directa, ejerce un impacto
favorable en el público. El pogo ya no es solo jugado por nosotros: el grueso
del público se suma a él. La gente se ha puesto en movimiento y la vibración
latente ha explotado definitivamente. Un ambiente de intensidad se apodera de
la noche. La noche de una ciudad muerta pero que vive un tiempo de excitación. “Vivo
en una ciudad muerta, vivo en una ciudad muerta” vocifera el cantante de la
banda en el segundo tema tocado, apoyado por una demoledora guitarra que aún
con errores deja bien establecida su fuerza, más aún por el apoyo, incesante,
compacto y preciso del bajo y la batería. La gente sigue en efervescencia. La
cosa está saliendo mejor de que lo pensaban los Guerrilla. Y todavía hay
espacio para un tercer tema: Quiero Anarkía, con el cual se cierra una
actuación resueltamente desencadenante. El final llega con muchos aplausos. Un
debut bastante bueno.
El público se ha disparado y ya no parece necesitar de ningún
incentivo para continuar así. Los siguientes grupos son más o menos aburridos,
cantan en inglés o en castellano, pero el público igual está ya lanzado. El
pogo persiste incrementando cada vez más su dosis de violencia y energía.
Cuando LEUSEMIA sube al escenario, solo tiene que mostrar su revulsivo sonido
para que la trifulca llegue a sus más altos niveles. Y Daniel la enciende así: “Y
ahora a patearse todos la cara”. La música comienza y el pogo también.
Al compás de las rítmicas detonaciones de la banda, la gente siguen expandiendo
su energía y agresividad as lo largo de la pista. Nada, ni las exhortaciones de
los organizadores, puede detener este vendaval humano que, al ritmo de la
música, se ha generado. Los temas de Leusemia se suceden sin parar y el chongo
también. Por momentos pareciera que se van a armar broncas por todos lados.
Pero la cosa se mantiene en un nivel de juego y de vacilón notables.
Pero algo tenía que
venir a malograr una noche que hasta ese momento era brillante. Alguien dice
por ahí: “Óscar se ha roto la pierna”.
En el fragor del pogo, una mala caída, un pendejo pisotón quizá y la cagada.
Guillermo se lleva a Óscar a algún hospital. La preocupación se troca en
tensión. Leusemia termina de tocar pero el ambiente está a punto de explotar en
algo peor. No se sabe en qué. La energía positiva empieza a volverse negativa.
Suben otros grupos, entre ellos Del Pueblo. La música ya no tiene mucha
fuerza, pero la tensión crece y la hora avanza: once de la noche. La actuación
de NARCOSIS se retrasa por un motivo u otro. Cachorro ultratenso por lo de
Óscar.
NARCOSIS, los protagonistas de la noche Foto: Archivo de La República |
Óscar Malca, el accidentado de la jornada Foto: Renee Vargas |
Cuando
termina Del Pueblo por fin sube Narcosis. El pogo continúa y el público sigue
enfervorizado. Quiere más intensidad. Y la música de la banda se la da de
lleno. Hemicirco y Represión con un sonido ya deteriorado, sin
embargo, aumentan la agitación y el revuelo. Nadie sabe ya en qué puede acabar
esto. Pero la participación y entrega del público ha sido memorable. Tanto que
Wicho cree que es buen momento para inundar la noche con el tema más provocador
y explosivo de la banda: SUCIO POLICÍA. La gente reacciona violentamente: los
coros son vitoreados por el público: “Sucio policía verde, actúas por
conveniencia, defiendes la decadencia, te vendes por dinero, eres más sucio que
un perro” (Sucio policía). Pero esto ya era ir demasiado lejos
en la provocación, más aún cuando los policías se hallaban en las
inmediaciones. Cuando la canción ya había pasado más de la mitad, algunos
movimientos indican desconcierto. De pronto la policía irrumpe por detrás del
estrado y toma el escenario. Otra vez, Narcosis es interrumpido. Pero ahora la
cosa es más seria. Wicho, Cahorro y Pelo Parado se escabullen. Nosotros los
esperamos. Repentinamente se oyen dos disparos al aire. El desconcierto y el
temor crecen de golpe. A correr. José, Susi, los Narcosis, Edwin, Pedro,
Silvio, etc. emprenden la huída por una calle adyacente. No hay tiempo para
preguntas o dudas. Hay que alcanzar una calle donde se pueda obtener movilidad.
Nos cruzamos con gente que se retiraba del concierto. Comentarios
contradictorios. Alcanzamos Francisco Pizarro. Los ojos atentos hacia todos
lados. Ya estamos cerca del límite del distrito. Edwin indica “Hasta aquí nomás
pueden ir los tombos”. La tranquilidad empieza a volver aunque los nervios
persisten en muchos casos. “La 73 ahí viene”. Subimos todos. Por fin. “La
represión se ha desenmascarado”. “Qué tal roche”. El micro surca las avenidas
del centro, luego Lince. La noche se va despidiendo dejando en todos la
sensación de haber vivido una experiencia inolvidable”.
PEDRO SOLANO
FUENTE: Solano, Pedro (1985). Rímac, 17 de febrero. En: Alternativa (2), pp. 13-14.
FUENTE: Solano, Pedro (1985). Rímac, 17 de febrero. En: Alternativa (2), pp. 13-14.
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