11 de diciembre de 2019

LA MÚSICA DE COL CORAZÓN (El Comercio, 1990)






JAIME DE LAMA
Concierto de Salón Dadá en la "No Helden" (1987)
Fotografía: Javier Zapata
Página oficial: Salón Dadá y Col Corazón 




LA MÚSICA DE
COL CORAZÓN
A la búsqueda de nosotros mismos 


Oscuridad. En el ambiente predominan lo negro, luces rojas y azules, la música en volumen alto. La casa llena. Se espera un concierto casero. Nos alejamos de la bulla para conversar con Col Corazón, dúo integrado por Támira Bassallo (21) y Jaime de Lama (24), cuya presencia es obligada en los conciertos de lo que en algún momento se llamó “escena subterránea”. Esta, con su nivel de apertura, podría adquirir en estos días otra denominación.

¿De dónde salió “Col Corazón” como nombre?
Támira: Un día en un periódico había un aviso de ofertas y entre las verduras decía ‘Col corazón en oferta por kilo’. Me dio mucha risa porque es la col china y nadie le dice col corazón. Le conté a Jaime y le gustó también la idea de usarla como nombre.

¿Cómo surgió el grupo y gracias a qué es que han tenido tanta continuidad?
Támira: En el 87 le conté a un amigo que me interesaba tocar en un grupo y justamente necesitaban un bajo y una guitarra. Se llamó Salón Dadá. Cuando terminó Salón, donde conocí a Jaime, empezamos nosotros. La mayoría de grupos se mantiene por la constancia, el talento y la necesidad de expresarse. Tenemos bastante comprensión musicalmente, eso nos ha hecho seguir.

Jaime: Algo que también nos ha mantenido juntos es la amistad. Coincidimos en muchas cosas no musicales: gustos, vicios. Ensayamos siempre varias horas hasta tarde. No somos perfeccionistas pero sí tratamos de pulir las cosas. Al principio sale lo espontáneo pero luego hay que trabajarlo, las composiciones no vienen de una ‘iluminación’.

¿Qué parte tiene cada uno en Col Corazón?
Jaime: Toco guitarra y a veces me atrevo a cantar. Támira es bajo y voz y a veces nos acompaña Jorge Madueño en la batería. Hay canciones que requieren ciertos instrumentos como violín, a veces una flauta. Eso es un problema porque a veces nos imaginamos canciones con algunos instrumentos de los que no disponemos.

¿Cómo podrían definir la música que hacen?
Támira: Tenemos entre 20 y 17 temas aunque no hemos podido sacar una maqueta. Nuestras canciones en promedio son largas (8 minutos). En Lima usualmente los conciertos con multiconciertos (varios grupos a la vez). Siempre hay mucha improvisación y las bandas optan por tocar dos canciones.
Jaime: No tenemos influencia musical de rock moderno, ni esquemas, de lo que nos alimentamos es de músicas nuestras, de vivencias o algo literario, no es como la nueva canción. Usualmente no repetimos un ritmo musical. Otros grupos machacan y machacan con pequeñas variaciones.

¿Entonces cuáles son las influencias?
Jaime: Tenemos canciones diferentes en nuestro propio estilo: son citadinas. A veces salen partes como huaynos, tratamos de experimentar, es como una fusión con folclore. Ahora estamos haciendo una nueva edición de lo que cantábamos antes. Nuestra música puede ser tocada en el (teatro) Pardo y Aliaga como en una discoteca.
Nos gustaría, a largo plazo, crear una corriente musical. Tratamos de dar una nueva visión, una búsqueda de nosotros mismos, más expresarnos por la propia música que por la letra.

¿Cómo están logrando eso? Lo común es dar un mensaje verbal dentro de la melodía.
Támira: Ponemos énfasis a la parte fonética o dando fuerza a las sílabas conjuntas. Cuando cantas y dices cosas coherentes en castellano, muchas veces se sigue la letra pero no escuchas la música, lo subjetivo del sonido, lo agudo, lo triste, la paz, el sosiego. Por ejemplo, eso se logra de algún modo usando sólo sílabas débiles, o si quieres lo contrario, algo con fuerza, puedes quitar el bajo y la batería y usar percusión.

Támira, ¿cómo llegaste a estudiar artes?
Cuando salí del colegio entré al toque a la Escuela de Bellas Artes, también quería tocar guitarra. De chica también me enseñaron pero con un método malo, no aprendía nada. En la ENBA me di cuenta de que sí podía, luego me retiré de allí porque estudiábamos de 9 a.m. a 9 p.m. y no era lo que yo pensaba. Ingresé después a San marcos, a la Escuela Académico Profesional de Artes. Allí llevamos cursos teóricos, mezclados con historia, estoy en quinto ciclo.

Y Jaime, ¿por qué dejaste arqueología?
Como todo el mundo al salir del colegio me preparé. Quería seguir Arqueología. Pero son diferentes las formas de enseñarla: en la Católica le dan más énfasis a lo estético y en San Marcos a lo antropológico y social. Llegué a hacer excavaciones en Lurín y en quinto ciclo me pasé a Comunicación Social. Ahora estoy en sétimo ciclo. A los 18 años no pude decidir. Lo que quiero estudiar está en artes, en arqueología llevaban todo a lo científico. Eso de ser sistemático y objetivo no va conmigo.

Támira, ¿cómo sentiste el paso a San Marcos?
Para mí ha sido una experiencia importantísima. San Marcos es un país dentro de otro país. Es multiétnico, multitodo, llegas a conocer a personas gratas y no gratas. Estar allí nos permitió vivir en el 86 la efervescencia subterránea…

¿Qué rescatan de esa primera época de lo subterráneo?
Ahora existen más renegados que ‘subtes’. Al principio la gente dejó buenas iniciativas, ahora todo era castrar o inhibir. El movimiento subterráneo favoreció y motivó a la gente a salir. Pero las teorías del desarrollo señalan que un grupo se pelea, se formaron varias bandas, se abrieron caminos y muchos reniegan de eso.

¿No es como un lastre tener el estereotipo de subterráneo?
Támira: Algunos, cuando escuchan ‘música subterránea’, te limitan las puertas. Hay sectores de ‘subtes’ que creen que todo es violencia, y eso es infantilismo. Eso no se entiende, porque se supone que necesitan sitios para difundir su mensaje, pero ¿cómo quieren que les abran un espacio para protestar, si rompen cosas? Lo importante es hacer llegar tu mensaje.

Jaime: Manifestar rechazo a una situación con violencia es triste. Si crees que romper una luna es violencia es porque no ves las cosas terribles en los noticieros o periódicos, eso sí es violencia, por eso no generamos angustia con la música. Si quieres hacerle frente a algo, que se manifieste algo de ti: eso puede ayudar en la búsqueda de cada uno como persona.

Es difícil orientarse…
Jaime: Los de 20 años recordamos casi toda nuestra vida con la presencia de la violencia, o de Sendero, pero los de 16 años sienten eso con más intensidad, con la crisis tan aguda están bien desorientados. Lo malo es cuando la gente se conforma y no hace nada o hace algo por pose. Uno no puede dejar pasar las cosas sin cuestionarse.

Pero pese a la crisis se sigue creando…
Támira: La gente no invierte porque no hay condiciones que aseguren una ganancia. La crisis ha llegado a todos los niveles pero no en el aspecto creativo.





Archivo hemerográfico de ANTENA HORRÍSONA




FUENTELa música de Col Corazón. Entrevista de Jackie Fowks. (10 de junio de 1990). En: Mundo Joven, suplemento del diario El Comercio, p. 1.




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