1 de septiembre de 2013

Crítica al futuro de la música pop y demás revoluciones sonoras




  
  
Continuos avatares en el escenario universal de la música nacida a partir de la segunda mitad del siglo veinte tienen como horizonte la experiencia innovadora que más adelante se convertirá en legado de avanzada, principio inspirador que valora más la esencia creadora a la influencia renovadora. La crítica registra a manera de testimonio aquello que sucede en su contexto. Tener ante sí sonoridades primigenias que configuran texturas con potencial para generar corrientes con identidad propia.
La razón de ser de las voces que desde sus escritos promueven la diseminación del discurso – manifiesto y el contagio emocional por el presente.

Simon Reynolds es uno de ellos. Perteneciente a una generación de críticos de la prensa musical británica, aportó una visión distinta a la institucionalizada a fines de los ochenta, la cual daba prioridad al análisis del mensaje. El postulado lirocéntrico enaltecía el significado; sin embargo, algo tan significativo era dejado de lado. La dimensión a través del cual la música libera su energía extendida como goce, incursión en el espacio sonoro subestimado por el ejercicio crítico de la época.
La propuesta se fue fortaleciendo hasta definir su carácter cíclico (inicio – fin). Como prueba, la osadía de declarar el fin del rock en un momento donde la exploración ya no daba mayores visos, tesis vigente hasta hoy.

Voz autorizada que antecede la textura al texto, Reynolds se mantiene escéptico ante las palabras pero apuesta por una radicalidad del mensaje en sinergia con una radicalidad sonora todavía no sentida en la experiencia masiva; en tanto no oculta su admiración por aquellos que creyeron en el poder del discurso.
Nuevo milenio. Algún atisbo de originalidad es insospechado, más aun si la nueva generación revalora experiencias pasadas propiciando un ambiente re-novador mas no pionero. Pese a ello mantiene la fe en el futuro, sin descartar su lado apocalíptico que define el destierro  de la música en el imaginario popular.
Mientras tanto la crítica no despeja su mirada del horizonte.



Post – rock
El rock no sobrevivió al siglo XX, al menos hacia su última década había retro evolucionado y era un compuesto de episodios conocidos con miras a elaborar actos que solo nos remiten a influencias mas no a propuestas originales como antaño. En tanto, un sonido disidente parece construir el presente fortalecido con el desarrollo tecnológico y la apuesta por las infinitas construcciones en el estudio de grabación. La avanzada está representada por inquietos exploradores que ven más allá que sus pares rockeros en cuanto al aprovechamiento de la instrumentación para evocar texturas de otra dimensión.
Post rock que amplía el horizonte con la inclusión de recursos computarizados, samplers, MIDI (Interfaz Digital de Instrumentos Musicales), secuenciadores, software y dispositivos al servicio de la labor creativa.
Nuevamente el nombre Eno, paradigma de la creación de paisajes donde se ambienta el sonido  de laboratorio con matriz timbre/textura/cromatismo. Ruptura de la tradición y refugio en la maquinaria artificiosa del artesano que prescinde de la experiencia colectiva para dar rienda a la manipulación individual. Existen otros que dan luces del propósito no – rockero en base al uso de elementos inherentes a la actividad rockera. La destrucción del sonido de la guitarra en fragmentos de información digital que crean abstracciones intensas. Actos que enrumban hacia la dimensión etérea.




Ono, Eno, Arto:
NO MÚSICOS y emergencia del rock conceptual
Década del 60, necesidad de crear nuevas formas de expresión alejadas de formatos desarrollados en la práctica musical. Mientras otros se nutrían de formas musicales disímiles como el jazz, música concreta o el periodo anterior al rock; algunos usaban como materia prima ideas cercanas a entidades artísticas como la plástica o literatura. Reynolds considera a Brian Eno y Yoko Ono como los pioneros en producir e introducir ideas de naturaleza artística en la praxis musical, cuya influencia se desarrolló en la era postpunk 70´s. Este enunciado toma sentido al escuchar los trabajos Ono – Lennon (1968-1969) que configuran un concepto basado en la suma de sonidos distorsionados y vocalizaciones abstractas distanciados del concepto tradicional de música rock.
El “no músico” Brian Eno, cuyas ideas fueron autoexpuestas en un post anterior, estableció una concepción musical que daba mayor énfasis a las abstracciones que la técnica instrumental o intención emocional. Mayor transgresión, menos lógica. Experimentaciones en lo grabado con los primeros Roxy Music y luego en solitario, el estudio de grabación a merced de su exploración y tratamiento para la creación de texturas sonoras.
Ambas propuestas encuentran eco en la generación de bandas No Wave que propugnan la invención de un arte musical ajeno a lo convencional y atraído por lo conceptual. El autor menciona dos casos: Mars y DNA. El primero como precursor noise y redefinidor del sonido guitarrero anterior a Sonic Youth; en tanto el acto liderado por Arto Lindsay era un constructo que transponía la práctica artística propia al patrón musical (Lindsay consideraba su forma de tocar la guitarra como escultórica, con siluetas que se abalanzan sobre el oyente más que superficies).
El legado No Wave reivindicado por bandas atraídas por la actitud y en confrontación con la pasividad musical recoge su sentir en el Noise Fest (1981) siendo lo más próximo lo hecho por Fischerspooner y Gang Gang Dance, artistas de-venidos en músicos. Arte Rock.




Los poderes del Horror. RUIDO
Armonía / Caos. Ambos trasladados al universo sonoro que prefija al primero como escenario donde congenian música y sentidos, la fuerza capaz de conmover al Yo y comunicarle sensaciones. Una fuerza la confronta: Ruido. De naturaleza destructora, transgresora a los patrones que elevan a la música como única en la generación de placer. ¿Es que acaso aquellos que desprecian el Ruido no han advertido que eso mismo vive y reina en sus mentes (ruido cultural) incapaces de liberarse y redefinir su concepción sonora, enriqueciéndola con los matices del horror?
Surge un problema. El ímpetu por conocer el ruido podría derivar en el control de su fuerza creadora, contraria a sus intenciones primigenias, debido  a que los teóricos (según Reynolds “retóricos del ruido”) tienden a buscar la explicación, eso que contribuye a catalogar y confinar el espectro subversivo. El afán por desconocer la lógica del sin-sentido. No solo ellos sino también nosotros. El ser debe quebrar la barrera sistematizadora y abrazar la experiencia propia, la fascinación por secuencias arrítmicas machacantes: no lo que expresa sino cómo se expresa.
Surge otro problema. El límite del caos ruidoso envuelto en una espiral violenta y llevada al extremo repetitivo sin salida. Ampliar los límites de la ruidósfera conlleva a alternativas como la experimentación y aprovechamiento instrumental de, por ejemplo, sintetizadores y sampler; una nueva mirada a actos como Can, Cabaret Voltaire y Suicide.
La propuesta. Extender los límites de la conciencia al punto de aflorar aquello que habita dentro de nosotros, el inconsciente oscuro estructurado de hilos cacofónicos agresores.




Agotamiento de la Innovación
Música pop en la primera década del siglo XXI
La entrada al nuevo milenio vislumbra un aparente estancamiento de la música pop en términos de innovación. Alejado de las décadas antecesoras que presentan como marcas registradas diversos actos sonoros. La década '00 es materia de discusión y aparente consenso para Reynolds y compañía. ¿El futuro existe?
El terreno de la música vio florecer el esfuerzo creativo de mentes lúcidas atraídas por la exploración contagiante, pioneros de lo que más tarde serían auténticas escuelas del sonido. Ante el presente panorama es necesario preguntarse si es una obligación que la música exprese su naturaleza cambiante década tras década, tal cual siguiera un curso lineal perpetuo.
Se propone una alternativa que redefine lo actual como espacio inestable e incluido en la Historia que permite avances gigantescos, pasos lentos y retrocesos. Asimismo esa limitada visión que considera a Occidente como cuna de la vanguardia, territorio que estaría afrontando un periodo extenuante. La música no acaba.








Simon Reynolds
www.blissout.blogspot.com
DESPUÉS DEL ROCK: Psicodelia, postpunk, electrónica y otras revoluciones inconclusas.
Primera edición. Caja Negra Editores. Buenos Aires, 2010

Traducido por Gabriel Livov y Patricio Orellana.






    

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