Continuos avatares en el escenario universal de la música
nacida a partir de la segunda mitad del siglo veinte tienen como horizonte la
experiencia innovadora que más adelante se convertirá en legado de avanzada,
principio inspirador que valora más la esencia creadora a la influencia
renovadora. La crítica registra a manera de testimonio aquello que sucede en su
contexto. Tener ante sí sonoridades primigenias que configuran texturas con
potencial para generar corrientes con identidad propia.
La razón de ser de las voces que desde sus escritos promueven
la diseminación del discurso – manifiesto y el contagio emocional por el
presente.
Simon Reynolds es uno de ellos. Perteneciente a una
generación de críticos de la prensa musical británica, aportó una visión
distinta a la institucionalizada a fines de los ochenta, la cual daba prioridad
al análisis del mensaje. El postulado lirocéntrico enaltecía el significado;
sin embargo, algo tan significativo era dejado de lado. La dimensión a través
del cual la música libera su energía extendida como goce, incursión en el
espacio sonoro subestimado por el ejercicio crítico de la época.
La propuesta se fue fortaleciendo hasta definir su carácter
cíclico (inicio – fin). Como prueba, la osadía de declarar el fin del rock en
un momento donde la exploración ya no daba mayores visos, tesis vigente hasta
hoy.
Voz autorizada que antecede la textura al texto, Reynolds
se mantiene escéptico ante las palabras pero apuesta por una radicalidad del
mensaje en sinergia con una radicalidad sonora todavía no sentida en la
experiencia masiva; en tanto no oculta su admiración por aquellos que creyeron
en el poder del discurso.
Nuevo milenio. Algún atisbo de originalidad es
insospechado, más aun si la nueva generación revalora experiencias pasadas
propiciando un ambiente re-novador mas no pionero. Pese a ello mantiene la fe
en el futuro, sin descartar su lado apocalíptico que define el destierro de la música en el imaginario popular.
Mientras tanto la crítica no despeja su mirada del
horizonte.
Post –
rock
El rock no sobrevivió al siglo XX, al menos hacia su última
década había retro evolucionado y era un compuesto de episodios conocidos con
miras a elaborar actos que solo nos remiten a influencias mas no a propuestas
originales como antaño. En tanto, un sonido disidente parece construir el
presente fortalecido con el desarrollo tecnológico y la apuesta por las
infinitas construcciones en el estudio de grabación. La avanzada está
representada por inquietos exploradores que ven más allá que sus pares rockeros
en cuanto al aprovechamiento de la instrumentación para evocar texturas de otra
dimensión.
Post rock que amplía el horizonte con la inclusión de
recursos computarizados, samplers, MIDI (Interfaz Digital de Instrumentos
Musicales), secuenciadores, software y dispositivos al servicio de la labor
creativa.
Nuevamente el nombre Eno, paradigma de la creación de
paisajes donde se ambienta el sonido de
laboratorio con matriz timbre/textura/cromatismo. Ruptura de la tradición y
refugio en la maquinaria artificiosa del artesano que prescinde de la
experiencia colectiva para dar rienda a la manipulación individual. Existen
otros que dan luces del propósito no – rockero en base al uso de elementos
inherentes a la actividad rockera. La destrucción del sonido de la guitarra en
fragmentos de información digital que crean abstracciones intensas. Actos que
enrumban hacia la dimensión etérea.
Ono,
Eno, Arto:
NO
MÚSICOS y emergencia del rock conceptual
Década del 60, necesidad de crear nuevas formas de
expresión alejadas de formatos desarrollados en la práctica musical. Mientras
otros se nutrían de formas musicales disímiles como el jazz, música concreta o
el periodo anterior al rock; algunos usaban como materia prima ideas cercanas a
entidades artísticas como la plástica o literatura. Reynolds considera a Brian
Eno y Yoko Ono como los pioneros en producir e introducir ideas de naturaleza
artística en la praxis musical, cuya influencia se desarrolló en la era
postpunk 70´s. Este enunciado toma sentido al escuchar los trabajos Ono –
Lennon (1968-1969) que configuran un concepto basado en la suma de sonidos
distorsionados y vocalizaciones abstractas distanciados del concepto
tradicional de música rock.
El “no músico” Brian Eno, cuyas ideas fueron autoexpuestas
en un post anterior, estableció una concepción musical que daba mayor énfasis a
las abstracciones que la técnica instrumental o intención emocional. Mayor
transgresión, menos lógica. Experimentaciones en lo grabado con los primeros
Roxy Music y luego en solitario, el estudio de grabación a merced de su
exploración y tratamiento para la creación de texturas sonoras.
Ambas propuestas encuentran eco en la generación de bandas
No Wave que propugnan la invención de un arte musical ajeno a lo convencional y
atraído por lo conceptual. El autor menciona dos casos: Mars y DNA. El primero
como precursor noise y redefinidor del sonido guitarrero anterior a Sonic
Youth; en tanto el acto liderado por Arto Lindsay era un constructo que
transponía la práctica artística propia al patrón musical (Lindsay consideraba
su forma de tocar la guitarra como escultórica, con siluetas que se abalanzan
sobre el oyente más que superficies).
El legado No Wave reivindicado por bandas atraídas por la
actitud y en confrontación con la pasividad musical recoge su sentir en el Noise
Fest (1981) siendo lo más próximo lo hecho por Fischerspooner y Gang Gang
Dance, artistas de-venidos en músicos. Arte Rock.
Los
poderes del Horror. RUIDO
Armonía / Caos. Ambos trasladados al universo sonoro que
prefija al primero como escenario donde congenian música y sentidos, la fuerza
capaz de conmover al Yo y comunicarle sensaciones. Una fuerza la confronta:
Ruido. De naturaleza destructora, transgresora a los patrones que elevan a la
música como única en la generación de placer. ¿Es que acaso aquellos que
desprecian el Ruido no han advertido que eso mismo vive y reina en sus mentes
(ruido cultural) incapaces de liberarse y redefinir su concepción sonora,
enriqueciéndola con los matices del horror?
Surge un problema. El ímpetu por conocer el ruido podría
derivar en el control de su fuerza creadora, contraria a sus intenciones
primigenias, debido a que los teóricos
(según Reynolds “retóricos del ruido”) tienden a buscar la explicación, eso que
contribuye a catalogar y confinar el espectro subversivo. El afán por
desconocer la lógica del sin-sentido. No solo ellos sino también nosotros. El
ser debe quebrar la barrera sistematizadora y abrazar la experiencia propia, la
fascinación por secuencias arrítmicas machacantes: no lo que expresa sino cómo
se expresa.
Surge otro problema. El límite del caos ruidoso envuelto en
una espiral violenta y llevada al extremo repetitivo sin salida. Ampliar los
límites de la ruidósfera conlleva a alternativas como la experimentación y
aprovechamiento instrumental de, por ejemplo, sintetizadores y sampler; una
nueva mirada a actos como Can, Cabaret Voltaire y Suicide.
La propuesta. Extender los límites de la conciencia al
punto de aflorar aquello que habita dentro de nosotros, el inconsciente oscuro
estructurado de hilos cacofónicos agresores.
Agotamiento
de la Innovación
Música
pop en la primera década del siglo XXI
La entrada al nuevo milenio vislumbra un aparente
estancamiento de la música pop en términos de innovación. Alejado de las
décadas antecesoras que presentan como marcas registradas diversos actos
sonoros. La década '00 es materia de discusión y aparente consenso para
Reynolds y compañía. ¿El futuro existe?
El terreno de la música vio florecer el esfuerzo creativo
de mentes lúcidas atraídas por la exploración contagiante, pioneros de lo que
más tarde serían auténticas escuelas del sonido. Ante el presente panorama es
necesario preguntarse si es una obligación que la música exprese su naturaleza
cambiante década tras década, tal cual siguiera un curso lineal perpetuo.
Se propone una alternativa que redefine lo actual como
espacio inestable e incluido en la Historia que permite avances gigantescos,
pasos lentos y retrocesos. Asimismo esa limitada visión que considera a
Occidente como cuna de la vanguardia, territorio que estaría afrontando un
periodo extenuante. La música no acaba.
Simon Reynolds
www.blissout.blogspot.com
DESPUÉS DEL ROCK: Psicodelia, postpunk, electrónica y otras
revoluciones inconclusas.
Primera edición. Caja Negra Editores. Buenos Aires, 2010
Traducido por Gabriel Livov y Patricio Orellana.
Excelente Post
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¡Gracias Ariana, un abrazo! :D
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