Archivo hemerográfico de Antena Horrísona
La vieja ola
Veinte años
después, retornan las matinales con las mismas estrellas de entonces… sólo que
un poco más encanecidas o ligeramente calvas y no pocos rollos en el abdomen.
De todos modos, un espectáculo que vale la pena.
De todos modos, un espectáculo que vale la pena.
La pareja de
esposos hacía su cola esperando ingresar al cine Tauro para asistir a la
matinal. Y mientras sus pequeños hijos desaparecían de su lado en busca de
golosinas, ellos alucinaron que retrocedían en el tiempo y que eran otra vez
los colegiales enamorados que allá por 1966 llegaban al cine para espectar sus
matinales con los reyes de la nueva ola como Los York’s, Los Shain’s y Los
Doltons.
Pero
el encanto se rompió cuando vieron llegar a los músicos: sus cuerpos adiposos y
curtidos fueron los espejos donde se vieron reflejados. La pareja reconoció sus
carnes cuando descubrieron las masas gelatinosas de Elmo Rivero y Carlos Corzo.
El señor reconoció que debía usan un tónico capilar contra la calvicie cuando
observó la frente demasiado amplia de Jean Paul “El Troglodita” y la del propio Pepe Cipolla.
En
fin, cuando vieron llegar a sus hijos con bolsas de chizitos en la mano y
observaron que el otrora novísimo cine Tauro ya no era el mismo en ese momento.
Se percataron que veinte años no pasan en vano y que por un regreso al pasado
acompañados de sus viejos ídolos –aunque sea por tres horas– bien valía
apoquinar los noventa intis del boleto.
EL TÚNEL DEL TIEMPO
Los afiches
anunciaron la presentación de El Troglodita, Carlos Corzo, Pepe Cipolla, Elmo
Rivero y –como máxima atracción– Pablo Luna, vocalista del recordado grupo
Los York’s. A ese llamado habían acudido a la platea trescientos nostálgicos,
entre los que se encontraban gente madura con sus hijos, algunos otros solteros
que no alcanzaron pareja en aquellos tiempos de locura y muchas adolescentes
bullangueras, hijas seguramente, de algunos matrimonios nuevaoleros.
Público muy
distinto por cierto al de las matinales de antaño, compuesto básicamente por
colegiales que realizaban esa actividad para sacar fondos para las promociones.
Lucho Aguilar, empeñoso promotor
nuevaolero, hace veinticinco años que grita anunciando la presencia de Jean
Paul “El Troglodita”, desde “El túnel del tiempo”.
Lo cierto es que
al parecer ese túnel se malogró porque del Troglodita de ayer ya no queda
mucho. Nada de la pelucaza y además, exhibe una figura delgada que dista mucho
de ser la de un troglodita, a pesar de vestir todavía un traje de piel de
Leopardo.
“Antaño llegaba al
escenario y rompía una silla en cada función. Ya no podemos darnos esos lujos”,
afirma Aguilar, aunque algunos jóvenes asistentes pusieron en duda que antaño
este delgaducho cantante haya podido destruir semanalmente sillas aunque sea de
triplay.
Lo cierto que si
antaño rompía corazones, hoy también. Aunque los de ahora son corazones de
mujeres cansadas por la edad y la dureza de la vida y, para colmo, esos maduros
corazones los tienen que compartir con los maridos que también asisten a la
matinal.
“Su padre no
quería que cantara –recuerda Aguilar, tramontándose por el Túnel del Tiempo,
veinticinco años antes– el señor era militar de alto rango y nos botaba. Pero
el Troglodita se escapaba y cantaba en las matinales”.
Ahora también
canta, las chicas de ayer, señoras hoy, dan los mismos grititos y coquetean con
los ojos igual. El Troglodita invita a bailar y más de cincuenta parejas
amenazan con romper el piso del Tauro danzando al ritmo de “La Bamba”.
Algunos señoras
aprovechan la confusión para estamparle un beso en la mejilla, pedirle autógrafo
o tomarse una foto con él, demostrando una paciencia infinita al haber esperado
veinticinco años para realizar semejante capricho adolescente.
Para el músico,
que en la calle es un flaco bigotón como cualquier otro de Lima, tal vez estas
acciones sean de mucho más valor que los tres mil intis que asegura pagarle
Aguilar por show.
EL SHOW DE PABLO
En 1966 más que
los solistas, en las matinales competían los grupos. Los Shain’s liderados por Gerardo
Manuel y Pico Egoaguirre los que eran considerados “pitucos”, mientras que sus
fans llegaban de Jesús María, Miraflores y San Isidro, su hinchada se
congregaba en los cines Orrantia, Mariátegui, Tauro y el Ídolo de Pueblo Libre.
Los York’s congregaban más populorum, eran trigueños y su mancha
provenía de Barrios Altos, Breña, La Victoria y Rímac. Por lo tanto sus cines
preferidos eran el Francisco Pizarro, Porvenir, Mundo y Excelsior.
Los York’s encarnaban
en esas épocas la rebeldía y la agresividad de los de abajo. Estrafalarios en
el vestir, Pablo Luna no creía en nadie… como en la actualidad.
¡¡¡Con ustedes
Pablooo Lunaaa de los York’s!!! grita Aguilar en medio de luces sicodélicas
verdes, rojas y amarillas.
El público de
platea delira. La pituquería que asiste clandestinamente a la mezanine para no
mezclarse con la “chusma”, y que de seguro en aquella época era seguidora de
Los Shain’s, hace un mohín de disgusto.
Pablo Luna aparece
con un terno blanco, botas con tacazo, pantalones con tirantes y sin camisa.
Como corbata tiene una especie de pañolón de hembrita y, como toque final, unos
lentes de colorines que venden los ambulantes en Polvos Azules.
En medio de un
sonido sicodélico Luna interpreta su éxito “Abrázame baby” al tiempo que se
abalanza a donde está el público y abraza descaradamente a una señora. Luego
besa a otra para luego irse caminando por sobre encima de las sillas mientras
el público delira y una antigua fans a nuestro costado afirma que igualito lo
hacía hace veinticinco años.
A la música de los
York’s la denominaban “enfermedad” y saquen su línea por el nombre de este par
de temas: “Pronto un doctor”, “Quiero que se vayan al infierno”. Es decir, fue
un grupo que siempre se declaró admirador de Los Saicos, los más radicales de
aquella acaramelada época.
Luna termina su
actuación con un clásico tema de Elvis Presley: Tuti Frutti. Baila, gesticula,
mueve las caderas de modo pícaro, casi obsceno, mientras los esposos miran a
las esposas como diciendo “si no nos escandalizamos hace veinticinco años, no
vamos a hacerlo ahora. Pero eso sí, que los chicos vayan afuera a comprar
golosinas”.
AQUELLOS BELLOS SOLISTAS
Pepe Cipolla nunca
tuvo buena voz, pero tenía carisma y llenaba las matinales. Elmo Rivero tenía
buena voz y carisma. Todavía se recuerda su matrimonio con una modelo de canal
Cinco que fue transmitido en vivo y en directo por la misma emisora.
Cipolla, a
comparación de los otros, parece haberse conservado en formol. Pantalones
anchos y ropa de colores le dan una apariencia juvenil al punto que al terminar
su actuación algunas damas, bastante potables por lo demás, le regalan un ramo
de flores.
Cuando otra guapa
dama intenta darle una rosa, la puerta que da a los camerinos ya se cierra. La
chica insiste y entra sola a entregarle personalmente la rosa al camerino
mientras el público que asiste a su empeño arranca en murmuraciones.
Una señora a
nuestro costado nos chismosea: “a esa yo la conozco, hace veinte años también
hacía lo mismo. Iba donde otros cantantes con el cuento de la rosa”. Y así son todos los domingos, como dice
Aguilar: un túnel del tiempo.
FUENTE:
Patiño, Víctor. La
vieja ola. En: VSD, suplemento de La República. 11 de diciembre de 1987, pp.
12-13.
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