24 de febrero de 2020

LA VIEJA OLA: Crónica de una matinal en el cine Tauro (1987)




Archivo hemerográfico de Antena Horrísona


La vieja ola

Veinte años después, retornan las matinales con las mismas estrellas de entonces… sólo que un poco más encanecidas o ligeramente calvas y no pocos rollos en el abdomen.
De todos modos, un espectáculo que vale la pena.

La pareja de esposos hacía su cola esperando ingresar al cine Tauro para asistir a la matinal. Y mientras sus pequeños hijos desaparecían de su lado en busca de golosinas, ellos alucinaron que retrocedían en el tiempo y que eran otra vez los colegiales enamorados que allá por 1966 llegaban al cine para espectar sus matinales con los reyes de la nueva ola como Los York’s, Los Shains y Los Doltons.
Pero el encanto se rompió cuando vieron llegar a los músicos: sus cuerpos adiposos y curtidos fueron los espejos donde se vieron reflejados. La pareja reconoció sus carnes cuando descubrieron las masas gelatinosas de Elmo Rivero y Carlos Corzo. El señor reconoció que debía usan un tónico capilar contra la calvicie cuando observó la frente demasiado amplia de Jean Paul “El Troglodita” y la del propio Pepe Cipolla.
En fin, cuando vieron llegar a sus hijos con bolsas de chizitos en la mano y observaron que el otrora novísimo cine Tauro ya no era el mismo en ese momento. Se percataron que veinte años no pasan en vano y que por un regreso al pasado acompañados de sus viejos ídolos –aunque sea por tres horas– bien valía apoquinar los noventa intis del boleto.


EL TÚNEL DEL TIEMPO
Los afiches anunciaron la presentación de El Troglodita, Carlos Corzo, Pepe Cipolla, Elmo Rivero y –como máxima atracción– Pablo Luna, vocalista del recordado grupo Los York’s. A ese llamado habían acudido a la platea trescientos nostálgicos, entre los que se encontraban gente madura con sus hijos, algunos otros solteros que no alcanzaron pareja en aquellos tiempos de locura y muchas adolescentes bullangueras, hijas seguramente, de algunos matrimonios nuevaoleros.
Público muy distinto por cierto al de las matinales de antaño, compuesto básicamente por colegiales que realizaban esa actividad para sacar fondos para las promociones.
        Lucho Aguilar, empeñoso promotor nuevaolero, hace veinticinco años que grita anunciando la presencia de Jean Paul “El Troglodita”, desde “El túnel del tiempo”.
Lo cierto es que al parecer ese túnel se malogró porque del Troglodita de ayer ya no queda mucho. Nada de la pelucaza y además, exhibe una figura delgada que dista mucho de ser la de un troglodita, a pesar de vestir todavía un traje de piel de Leopardo.
Antaño llegaba al escenario y rompía una silla en cada función. Ya no podemos darnos esos lujos”, afirma Aguilar, aunque algunos jóvenes asistentes pusieron en duda que antaño este delgaducho cantante haya podido destruir semanalmente sillas aunque sea de triplay.
Lo cierto que si antaño rompía corazones, hoy también. Aunque los de ahora son corazones de mujeres cansadas por la edad y la dureza de la vida y, para colmo, esos maduros corazones los tienen que compartir con los maridos que también asisten a la matinal.
Su padre no quería que cantara –recuerda Aguilar, tramontándose por el Túnel del Tiempo, veinticinco años antes– el señor era militar de alto rango y nos botaba. Pero el Troglodita se escapaba y cantaba en las matinales”.
Ahora también canta, las chicas de ayer, señoras hoy, dan los mismos grititos y coquetean con los ojos igual. El Troglodita invita a bailar y más de cincuenta parejas amenazan con romper el piso del Tauro danzando al ritmo de “La Bamba”.
Algunos señoras aprovechan la confusión para estamparle un beso en la mejilla, pedirle autógrafo o tomarse una foto con él, demostrando una paciencia infinita al haber esperado veinticinco años para realizar semejante capricho adolescente.
Para el músico, que en la calle es un flaco bigotón como cualquier otro de Lima, tal vez estas acciones sean de mucho más valor que los tres mil intis que asegura pagarle Aguilar por show.


EL SHOW DE PABLO
En 1966 más que los solistas, en las matinales competían los grupos. Los Shains liderados por Gerardo Manuel y Pico Egoaguirre los que eran considerados “pitucos”, mientras que sus fans llegaban de Jesús María, Miraflores y San Isidro, su hinchada se congregaba en los cines Orrantia, Mariátegui, Tauro y el Ídolo de Pueblo Libre.
        Los York’s congregaban más populorum, eran trigueños y su mancha provenía de Barrios Altos, Breña, La Victoria y Rímac. Por lo tanto sus cines preferidos eran el Francisco Pizarro, Porvenir, Mundo y Excelsior.
Los York’s encarnaban en esas épocas la rebeldía y la agresividad de los de abajo. Estrafalarios en el vestir, Pablo Luna no creía en nadie… como en la actualidad.      
¡¡¡Con ustedes Pablooo Lunaaa de los York’s!!! grita Aguilar en medio de luces sicodélicas verdes, rojas y amarillas.
El público de platea delira. La pituquería que asiste clandestinamente a la mezanine para no mezclarse con la “chusma”, y que de seguro en aquella época era seguidora de Los Shains, hace un mohín de disgusto.
Pablo Luna aparece con un terno blanco, botas con tacazo, pantalones con tirantes y sin camisa. Como corbata tiene una especie de pañolón de hembrita y, como toque final, unos lentes de colorines que venden los ambulantes en Polvos Azules.
En medio de un sonido sicodélico Luna interpreta su éxito “Abrázame baby” al tiempo que se abalanza a donde está el público y abraza descaradamente a una señora. Luego besa a otra para luego irse caminando por sobre encima de las sillas mientras el público delira y una antigua fans a nuestro costado afirma que igualito lo hacía hace veinticinco años.
A la música de los York’s la denominaban “enfermedad” y saquen su línea por el nombre de este par de temas: “Pronto un doctor”, “Quiero que se vayan al infierno”. Es decir, fue un grupo que siempre se declaró admirador de Los Saicos, los más radicales de aquella acaramelada época.
Luna termina su actuación con un clásico tema de Elvis Presley: Tuti Frutti. Baila, gesticula, mueve las caderas de modo pícaro, casi obsceno, mientras los esposos miran a las esposas como diciendo “si no nos escandalizamos hace veinticinco años, no vamos a hacerlo ahora. Pero eso sí, que los chicos vayan afuera a comprar golosinas”.


AQUELLOS BELLOS SOLISTAS
Pepe Cipolla nunca tuvo buena voz, pero tenía carisma y llenaba las matinales. Elmo Rivero tenía buena voz y carisma. Todavía se recuerda su matrimonio con una modelo de canal Cinco que fue transmitido en vivo y en directo por la misma emisora.
Cipolla, a comparación de los otros, parece haberse conservado en formol. Pantalones anchos y ropa de colores le dan una apariencia juvenil al punto que al terminar su actuación algunas damas, bastante potables por lo demás, le regalan un ramo de flores.
Cuando otra guapa dama intenta darle una rosa, la puerta que da a los camerinos ya se cierra. La chica insiste y entra sola a entregarle personalmente la rosa al camerino mientras el público que asiste a su empeño arranca en murmuraciones.
Una señora a nuestro costado nos chismosea: “a esa yo la conozco, hace veinte años también hacía lo mismo. Iba donde otros cantantes con el cuento de la rosa”.  Y así son todos los domingos, como dice Aguilar: un túnel del tiempo.

FUENTE
Patiño, Víctor. La vieja ola. En: VSD, suplemento de La República. 11 de diciembre de 1987, pp. 12-13.

No hay comentarios :

Publicar un comentario